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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

El acompañante imprescindible

"¿Y cuando Kennedy nos invitó al Beni, el Beni de Cádiz y a mí, a su finca de Washington? No sé si ustedes han estado alguna vez en un parque de Madrid que se llama la Casa de Campo. Con muchos árboles. Bueno, la finca de los Kennedy era dos o tres veces más grande. Desde la puerta del parque hasta la mansión había que caminar 20 minutos. Los guardias aquellos que estaban esparcidos cada 50 metros se nos cuadraban, y cada vez el Beni se detenía a devolverles el saludo, inclinándose muy zalamero con las manos cruzadas sobre el pecho. Y yo le dije: 'Beni, ¿pero qué haces?'. Y él me dijo: 'Pero chico, ¿tú sabes lo que es que dos guardias civiles saluden a dos gitanos?".

"El marqués de Villaverde era juerguista, un fiestero de cuidado, se emborrachaba... tenía esa finca en la provincia de Jaén y llevó a un grupo; fueron cinco ministros, Fraga, Solís Ruiz... ¡total, la fiesta! El Beni y yo llegamos a las siete. Estaba Franco durmiendo la siesta. A la hora y media, se anuncia que 'baja su Excelencia el jefe del Estado' y los ministros se ponen tiesos. Se sienta Franco y el Beni le dice: 'Excelencia, ¿se acuerda usted de la guerra del Sidi Ifni?'. Los ministros se pusieron nerviosísimos, y yo también. Y el Beni: 'Pues le voy a contar a usted un chascarrillo sobre la guerra de Sidi Ifni...".

El Beni contó el chascarrillo, que tenía su gracia, su gracia de la desgracia; Franco se rió, y anoche el público de la sociedad flamenca El Dorado se reía también, aunque ya no del chiste, sino de Juan Carmona, El Habichuela, imitando la risa de Franco: "Se reía así". Sacudía un poquito los hombros, metía dentro la cabeza, y emitía una risita nasal y monocorde: jijiji.

Juan Carmona, El Habichuela, leyenda viva del flamenco, granadino de 1932, uno de los mejores, si no el mejor de los guitarristas de acompañamiento, con 80 discos a la espalda, nieto e hijo de músicos, hermano de guitarristas, padre y tío de los Ketama, tiene esa inocencia anecdótica y una probidad de señor que se iba manifestando en las respuestas a lo que Pedro Barragán y Antonio Sánchez le iban preguntando para reconstruir su vida en el arte. Conoció los años del hambre, de niño su padre le llevaba a bailar en las mesas de los colmados de Granada, "y después de bailar hacía lo que no ha hecho ningún flamenco: pasar el platillo". Ha acompañado a todos desde Manolo Caracol hasta Camarón y a todos ha ayudado a lucirse. Conoció los años de la renovación, vio despegar a Paco de Lucía y a los grandes solistas de la guitarra, pero él se mantuvo en la tarea humilde de acompañar el cante, y lo ha hecho tan bien que no es exagerada la lisonja de Félix Grande: "No encontraremos en el toque de Juan ni efectismo ni demagogia: su música se conforma con ser imprescindible".

No es tan sabido que esa carrera fecunda que le llevó De la zambra al Duende -como se titula su disco paradigmático: o sea de las cuevas del Sacromonte en las fiestas jaleosas a los tablaos de Madrid, a los estudios de grabación y a todo el mundo-, carrera concluida, pues Habichuela ya no toca en público, empezó con un fracaso en Barcelona que recuerda a los estudiantes del Mozarteum de Salzburgo en aquella novela, El malogrado, que abandonan sus estudios de piano cuando oyen tocar a Glenn Gould. Fue en una fiesta que dio "El Tío Alberto", Puig Palau:

-¡Oiga, a ese señor le gustaba mucho el flamenco! Había reunido en el hotel Oriente a gente fenomenal. Farruco, Luis Alegre, bailaores niños, y entre ellos, yo, que tenía 12 años; y además había cuatro o cinco gitanillas. Y después que bailara Farruco, me dice el Pescaílla: "Te toca a ti". Y yo le respondí: "¡Yo no bailo más en mi vida, y dame la guitarra, que yo creo que lo voy a hacer mejor que tú!". Así que del baile me retiró Farruco...

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