Cuestión de bigotes
Últimas noticias: los Sidonie se han dejado crecer imponentes bigotes. Los tres (Marc, Jesús y Axel) se abrazaban en la escalera que daba al escenario, segundos antes de arrancar su concierto. Mostacho con mostacho, y a roquear. Anoche fue su segunda comparecencia en Madrid en sólo cuatro meses. Tacita a tacita, el trío catalán va haciéndose con una hinchada la mar de fiel. Si en diciembre llenaban Coppernico, con 800 personas, ayer vendieron todo el papel en Joy Eslava (1.300 espectadores). Todo gracias a un directo de los más vibrantes del pop español.
Hay una anécdota que retrata el objetivo musical de Sidonie. En pleno fervor indie por Arcade Fire, ese grupo de rock alternativo canadiense que no hay quien le tosa (hasta Bowie regala discos de esa banda a sus amigos), el trío catalán soltó: "No nos gustan". Uy, lo que han dicho... y lo argumentaron: "Nos interesan las melodías, como la de las canciones de Beach Boys, Beatles, Stones o T Rex". Y predican con el ejemplo: un safari de melodías se escucharon anoche.
Sidonie
Marc Ros (voz y guitarra), Axel Pi (batería) y Jesús Senra (bajo).
Sala Joy Eslava. 21 euros. Madrid. Jueves 17 de abril. Entradas agotadas (1.300 personas).
El grupo tiene uno de los directos más vibrantes del pop español
Está Sidonie, en cuestión de venta de discos, en una división intermedia del pop español, categoría interesantísima y nutridísima que comparten con Deluxe, Sunday Drivers o La Habitación Roja. Por debajo tienen a la tropa indie; por encima, a Pereza, Amaral... pero detengámonos en la categoría que nos ocupa. La mayoría son chicos que han comenzado su carrera cantando en inglés, que a los pocos años se han dado cuenta de que componer en castellano es más complejo pero más honesto, y que practican un pop de inspiración anglosajona con pinceladas de la casa.
Sidonie cuida los detalles. Se presentaron en un escenario poblado de girasoles, repartidos por los amplificadores, la batería y los micrófonos. Al fondo, en una gran pantalla, se proyectaban imágenes del universo pop de estos muchachos: Peter Sellers, Dalí, Chaplin, su amado Keith Richards, el duro central del Barça Migueli. Y luego están ellos, delgados hasta lo imposible, enfundados en cazadoras de cuero estrechas y modernitas y tejanos de pitillo. Nada de zapatillas. Gastan botas de vaquero.
El cuadro es de categoría. El bajista, Jesús, es el vivo retrato de Keith Richards, años setenta; el batería, Axel, se parece a Iggy Pop, años ochenta, y Marc, el cantante, se da un aire al mismísimo Camarón. El concierto arranca con Persona, de su último y cuarto disco Costa azul. Y ahí comienzan las melodías. Una de las cosas buenas que tienen es un variado espectáculo gracias a que alterna, en las casi dos horas de concierto, sus dos facetas: la primera, cuando cantaban en inglés y tiraban hacia la psicodelia; la segunda, con temas en castellano y saboreando el pop de corte más clásico.
"Nuestro nuevo disco se llama Costa azul, y lo hemos compuesto en el Manzanares", ironizó Marc, cantante y principal compositor. Él es un tipo que se mueve poco, pero que, a cambio, irradia una clase de auténtico roquero. A su lado se posiciona un atípico bajista, Jesús, un saltimbanqui dentro de una profesión (las cuatro cuerdas) donde se lleva el inmovilismo. Detrás, el nervioso Axel. Luego, otro guitarrista, un teclista y un tipo que se las arregla con la pedal steal, ese instrumento clásico del country que suena a gloria.
En el tramo final llegó el teatro. Se marcharon unos minutos al camerino y salieron con caretas de lunas. En el centro, Marc, con una corona y una capa ejerció del rey girasol. Fue cuando interpretaron la bellísima Giraluna. Luego llegaría Fascinado y Todo lo que nos gusta. Y por aquel entonces ya se habían bajado a compartir la fiesta con el público, que casi les arranca los bigotes.
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