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OPINIÓN
Columna
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¿Qué Israel se vende?

Toda persona que visita Israel, y que además siente la curiosidad de darse un garbeo por los territorios palestinos, se topa con la cruda realidad de la ocupación. Son cuatro gatos. La inmensa mayoría de los turistas limita su viaje a los lugares santos. Las autoridades israelíes vetan las licencias a los guías palestinos y los autobuses de foráneos se adentran en Belén -atravesando el muro de cemento de nueve metros, en el que un gran cartel del Ministerio de Turismo reza: "La paz sea contigo"- para regresar a las pocas horas. Al ministerio no le basta con dos millones de huéspedes al año. Y su titular, el laborista Isaac Herzog, ha lanzado una campaña para ensalzar la imagen más benévola del país.

En las idílicas cintas colgadas en YouTube se difunden los sobresalientes logros tecnológicos, científicos y económicos de Israel. Y en vísperas del 60º aniversario de su fundación, se rememora la independencia forjada por los pioneros, y se muestran magníficos paisajes y playas donde posan mujeres bellísimas. Un reflejo del machismo dominante. "Parece que se quiere vender sexo gratis", lamentaba, decepcionada, una activista. Pelillos a la mar, se dicen en el ministerio. Lo que no esperaba Herzog es que su iniciativa fuera boicoteada por un colega de Gobierno, y para más inri, correligionario.

Los ministros hacen la guerra mediática por su cuenta. El 6 de marzo, un atentado perpetrado por un palestino en una escuela talmúdica de Jerusalén acabó con la vida de ocho estudiantes. El Ministerio de Defensa, capitaneado por el laborista Ehud Barak, decidió colocar en YouTube sangrientas instantáneas del ataque. Y, claro, a Herzog no le hizo ni pizca de gracia. Difundir el miedo es pésimo reclamo. "Los vídeos de ataques terroristas dañan la imagen de Israel como destino turístico", precisó en un comunicado. ¿Qué Israel se quiere vender? Convendría que lo acordaran en el Gabinete.

Ardua tarea. Se ha escrito que Ehud Olmert ha forzado un apagón de móviles durante los consejos de ministros. El secreto de las deliberaciones no se ajusta a la idiosincrasia local. Detalles jugosos se filtraban a la prensa antes de concluir las reuniones. Cada cual va a su aire. De modo que Herzog lo tiene complicado porque a los gobernantes no se les cae la palabra terrorismo de la boca. Aunque algo es seguro. En las cintas que patrocina aparecerán bosques, monumentos y modelos despampanantes. Quien desee observar la otra realidad, que viaje sin guía.

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