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EL CORNER INGLÉS | Fútbol internacional
Columna
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¡Viva la injusticia!

- "En el primer gol hubo una falta, el segundo fue en fuera

de juego y el tercero no lo habrían marcado sin los

primeros dos".

Steve Coppell, entrenador

del Reading, tras una derrota.

Ha sido La Semana de la Injusticia. Primero, el Arsenal, con su derrota ante el Liverpool en la Champions; segundo, más dolorosa para los españoles, la derrota del Getafe ante el Bayern en la Copa de la UEFA.

¡Viva la injusticia! Es lo que define al fútbol, lo que distingue a este deporte de todos los demás y lo que hace que mueva más masas, más sentimientos, que el resto. Al final de uno de cada dos partidos, siempre hay un grupo apreciable de gente -entre los aficionados, los periodistas, los ex jugadores que salen en la radio y la tele- que opina, indignado, que el resultado fue inmerecido. Esto no ocurre en el tenis o en el golf, en los que cada jugador es responsable de su destino. En el baloncesto, el ganador no se suele discutir. Tampoco en el rugby. Y en las carreras de coches y motos, si el aparato falla por un defecto técnico, pues es que el equipo falló. No fue culpa del azar.

El Arsenal jugó un fútbol mucho más fresco, vivaz y técnico que el Liverpool en la 'Champions'

Todos los demás deportes son, en este aspecto, bastante matemáticos. Pero en el fútbol el factor irracional tiene un peso decisivo. Y el factor irracional es el factor humano. Es la constante que sufrimos todos, en mayor o menor medida, a lo largo de todas nuestras inciertas vidas, culminando con la madre de todos los absurdos, la muerte. Nos identificamos con el fútbol porque ofrece un triste y a la vez exuberante reflejo de la condición humana.

Y aquí acaba la lección de filosofía. Yendo al grano, media España comparte el dolor de la épica y fracasada gesta del Getafe, pero ¿por qué fue injusta la derrota del Arsenal? Muchos españoles no lo habrán entendido así, cegados como estaban por el chovinismo que inspira el llamado Spanish Liverpool. Tan cegados que aquí todos celebraron el gol del Kid Torres como el gran golazo del partido cuando está clarísimo que el segundo gol del Arsenal, el maradoniano que se inventó el suplente inglés Walcott, es el que realmente pasará a la historia.

Fue injusta la caída del Arsenal en Anfield por el motivo que tantas derrotas en el fútbol son injustas: porque hay un ser humano en cada partido al que se le exige que ejerza un poder absoluto, tirano sobre el resultado. Es decir, el árbitro.

En el primer partido, en el Emirates Stadium, el árbitro no pitó un penalti como una casa a favor del Arsenal; en el segundo, otro árbitro sí pito uno dudoso en su contra. El partidazo de Anfield ha generado ríos de sesudo análisis, pero con estos dos datos se resume todo. Si los árbitros hubieran sido dioses infalibles, los sesudos análisis -que al Arsenal le faltó disciplina defensiva; que su entrenador, Arsène Wenger, se equivocó al no fichar a un par de cracks...- habrían sido totalmente diferentes.

Por otro lado, hay una injusticia mayor. Que el Arsenal, sobre los dos partidos, jugó un fútbol mucho más fresco, técnico, y vivaz que el Liverpool, como ha hecho a lo largo de toda la temporada. El Liverpool es un equipo que, al viejo estilo inglés, es incapaz de hilvanar más de tres pases seguidos. El Arsenal nos regala un recital de pases.

Y, por más orgullosos que estemos en España del hombre que toda Inglaterra ya conoce como Rafa, la verdad es que el entrenador del Liverpool es un italiano llamado Benítez, un mecánico cuyo juego se basa en programar a nueve jugadores para defenderse y tener a un goleador arriba, en este caso el héroe de Anfield, Torres. Wenger es un director de orquesta con pasión por las grandes sinfonías. Pero el amor al arte no es suficiente en el fútbol para triunfar. Sin la fortuna a favor, nadie se salva.

Cesc, abatido tras la eliminación del Arsenal.
Cesc, abatido tras la eliminación del Arsenal.REUTERS

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