Actores y rifles
Me lo olía desde el principio. Sabía que el fallecimiento del actor Charlton Heston traería cola por las razones equivocadas. La primera imagen que vi en Internet que informaba acerca de su muerte mostraba a un Heston entrado en años alzando un rifle. La siguiente era un fotograma de Bowling for Columbine. Hubo titulares del estilo "Fallece el polémico Charlton Heston". Y en la calle, la gente decía "se ha muerto el facha ese" y cosas peores. Nadie se daba cuenta de que acababa de desaparecer un mito, uno de los pocos actores que podían presumir de haber trabajado en un puñado de obras maestras. Sólo se me ocurren unos pocos como Cary Grant, James Stewart o Kirk Douglas que hayan estado a su altura. El tío que había hecho Cuando ruge la marabunta, Horizontes de grandeza, Cuando el destino nos alcance o El planeta de los simios. El actor que consiguió que Orson Welles regresara a Estados Unidos a hacer su mejor película, Sed de Mal. Pero no, Charlton Heston ya no era Ben Hur. Era el viejo decrépito de la Asociación del Rifle y al que Michael Moore humillaba en sus documentales.
Siempre he estado a favor de distinguir al artista de su obra. Detrás de las cumbres de la literatura, la pintura y el cine casi siempre nos hemos encontrado estúpidos. ¿Y a quién le importa? Yo no quiero tener como amigo a Truman Capote, a Picasso o a Fritz Lang. Quiero leer sus libros, ver sus cuadros, disfrutar sus películas. No quiero decir que puedan estar por encima del Bien y el Mal, sino que es su aspecto creador el único que me interesa. Puede incluso que no comulgue con la ideología de sus obras, con el mensaje político que quieran transmitir. No soy comunista, pero Eisenstein me vuelve loco. Cuando Antxon Ezeiza, crítico y cineasta, dijo en un artículo de Nuestro Cine: "Nos repugna John Ford", no estaba haciendo un ejercicio de crítica cinematográfica, sino de moralismo ridículo (y erróneo, porque no hay más que ver Fort Apache para ver que Ford era más liberal y moderno que Kevin Costner en Bailando con lobos). El caso contrario también se da bastante: vemos películas que intentan transmitir buenos sentimientos o ideas elevadas, pero como obra cinematográfica son unos truños de impresión.
Por todo esto, para mí Charlton Heston fue un actor como la copa de un pino. Que en su vida, sobre todo en los últimos años, se comportara como un fanático fuera de control, la verdad es que me da igual. No me iba a tomar café con él, sólo veía sus películas. Para tomar café ya tengo a mis amigos, que, además de ser bellísimas personas, tienen talento para dar y tomar. Y ese pack sí que es difícil de conseguir.
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