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Crónica:
Crónica
Texto informativo con interpretación

El día del superviviente

Olazábal y Jiménez pagan la desconfianza ante un campo "que no permite fallos"

José Marcos

Lo dijo Severiano Ballesteros hace unos días en la presentación de su autobiografía: "Ya veréis como el Masters lo gana algún día un chino". No será este año el turno de Liang Wen-Chong, uno de los tres invitados asiáticos al exclusivo torneo junto al tailandés Prayad Marksaeng y el indio Milkha Singh. Liang, que el miércoles se hacía fotos en cada rincón del campo como si no se lo creyera, compartió ayer partido con José María Olazábal y descubrió su dureza, lo implacable que es con los novatos, los que llegan y piensan que no es tan fiero. Liang, como Olazábal, como Miguel Ángel Jiménez, incluso como el estadounidense Tiger Woods, vio que es cada vez más largo y pesado, un monstruo ante el que lo difícil es seguir vivo.

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Que le pregunten a Jiménez, un descuido, un rato desconcentrado, "una pájara" y tres bogeys seguidos en los hoyos 9, 10 y 11 que le mandan a la cola, un par en el 12 y otro bogey en el 13 para acabar con 77 golpes, cinco sobre par. "Jugando el putt como lo he jugado, no se puede ir a ningún sitio", reconoció; "el par del 10 lo he fallado por falta de confianza, y en el 11 me he ido al agua. Y ya sabemos que este campo no permite fallos".

Que le digan también a Olazábal, mimado por el público, que recuerda sus dos chaquetas verdes (1994 y1999), pero castigado por su desconfianza con el driver, por el martilleo de la espalda que le agarrota cuando su cuerpo ha de sacudirse para hacer el swing. Luego, recupera el tacto, la sensibilidad en la yema de los dedos cuando coge el putter de la bolsa y vuelven a la memoria sus mejores golpes. Para él, la supervivencia es perder el miedo en el juego. En esa lucha, bajo el calor de un día que amaneció con niebla y la jornada más de una hora retrasada, Olazábal, que se busca a sí mismo, iba a las diez de la noche (hora peninsular española) cuatro golpes sobre par. También Woods, una calculadora como cerebro, pasó el día como pudo, sin correr riesgos, al par en sus 12 primeros hoyos.

Al menos, Olazábal tuvo sus minutos de gloria, aunque fueran en la televisión china. El maná de los derechos televisivos ha hecho que Augusta gire el cuello hacia Asia para vender su negocio. Y así han llegado Singh, el 80º del mundo; Marksaeng, el 93º, y Liang, el 111º, unas clasificaciones que jamás les habrían permitido pisar Augusta (sólo son invitados los primeros 50) si no fuera por sus orígenes exóticos.

Como club privado que es, Augusta invita a quien quiere. Es su ley. Siempre ha sido así. El primer Masters, en 1934, fue retransmitido por radio para la CBS. La televisión llegó en 1956 con Arnold Palmer como estrella y 10.000 dólares por los derechos. Los primeros hoyos no se retransmitían para hacer más especial acudir. Ahora se pagan millones por ver a Liang en el mismo campo que Woods. Y que Olazábal. El Masters sigue sus propios criterios para emparejar a los golfistas. La primera bola, por cortesía, la pegó Palmer. Y después, el pelotón.

Clasificación provisional: 1. Z. Johnson (EE UU) (hoyo 14) y J. Rose (Ing.) (12), -3. 19. T. Woods (EE UU) (12), al par. 41. S. García (5), +1. 72. J. M. Olazábal (14), +4. 82. M. Á. Jiménez, 77 golpes (+5).

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Sobre la firma

José Marcos
Redactor de Nacional desde 2015, especializado en PSOE y Gobierno. Previamente informó del Gobierno regional y casos de corrupción en Madrid, tras ocho años en Deportes. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster de Periodismo de EL PAÍS. Trabajó en Starmedia, Onda Imefe y el semanario La Clave.

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