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Reportaje:

Una borrachera de 13 años

La coreógrafa Marta Carrasco despide la obra que la consagró

Era una mujer de maquillaje borroso que se tambaleaba sobre los tacones, reía y lloraba segundos después, con música de Jacques Brel de fondo y ojos asustados. Y no estaba loca, sólo era adicta al alcohol y quería morirse todos los días.

La coreógrafa y actriz Marta Carrasco sube a las tablas del teatro Abadía Aiguardent, su particular homenaje al alcoholismo y la autodestrucción convertido en danza-teatro con 10 últimas funciones que despiden el espectáculo después de 13 años de éxitos y galardones, como dos Premios Max. Aiguardent supuso el comienzo de su carrera en solitario, consolidada con otras creaciones como Blanc d'ombra. Mira'm, Eterno? Eso sí que no! o J'arrive...!

"Creo que Violeta, el personaje, y Aiguardent en sí deben irse a dormir. Necesito cambiar de registro después de tanto tiempo, ahora quiero que me dirijan o dirigir otros proyectos con más gente. Porque el público no sabe que lo más duro de esta coreografía no es la energía dramática durante la función, sino el antes y el después. Viajo sola a los sitios, me subo al escenario, actúo y me voy al hotel... Siempre sola. También esta obra refleja un poco la soledad y la inocencia perdida", reflexiona Carrasco en su camerino, donde nadie la imaginaría triste.

Aunque asegura que ella no es Violeta -ni siquiera bebe alcohol-, a veces resulta difícil saber cuál de esas dos mujeres habla. "Aiguardent nació en 1995, cuando dejé la compañía de danza Metros, y fue un divorcio muy duro de mi maestro y amigo Ramón Oller. Sólo quería trabajar en soledad y empecé a dar vueltas a esta historia, fumando sentada en un taburete con ruedas y escuchando a Mahler", recuerda 13 años después.

Sobre el escenario, su álter ego continúa hoy deslizándose en un taburete similar, rodeada de garrafas de aguardiente, un baúl de recuerdos, un vestido de novia y una cama vertical donde Carrasco se retuerce y queda enganchada en el colchón. Su crujiente traje de velcro sirve de sujeción mientras el alcohol sigue haciendo estragos en la coreografía. "Alguna vez se me han acercado alcohólicos a preguntarme cómo sabía todo esto para describir tan bien cómo se siente una persona así. Y lo sé sencillamente porque conozco un caso en mi entorno cercano. La gente se siente identificada, aunque no hablen de ello. Otros lloran. Una vez, en un festival en Chicago, la directora del teatro se me acercó y abrazó durante mucho tiempo, no me soltaba. Después me explicaron que alguien en su familia tenía ese problema", afirma la bailarina.

A pesar de la dureza del tema, la coreógrafa asegura que deja un final abierto, con una ducha de aguardiente que no necesariamente significa la muerte. "Es cierto que Violeta intenta destruirse todos los días, poco a poco se va deteriorando, hasta que llega un día en que se lo bebe todo. Pero no es el fin, prefiero dejar que la gente saque sus conclusiones e incluso tiene un mensaje esperanzador. Ésta es mi pequeña contribución a las personas mal llamadas perdedores, porque admiro que consigan salir adelante cada día".

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Aiguardent, de Marta Carrasco. Teatro Abadía (Fernández de los Ríos, 42). Hasta el 20 de abril. Entrada: 20 euros. Más información: www.teatroabadia.com

La coreógrafa y bailarina Marta Carrasco, en un momento de su espectáculo <i>Aiguardent.</i>
La coreógrafa y bailarina Marta Carrasco, en un momento de su espectáculo Aiguardent.ÁLVARO GARCÍA

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