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Reportaje:

Sentir Augusta

Olazábal recupera "sensaciones" y Sergio García experimenta con el 'putt' ante su debú de hoy en el Masters

Juan Morenilla

Hace 75 años, el Augusta National Club abrió por primera vez sus puertas para un grupo de hombres de negocios de Nueva York invitados por Clifford Roberts y Bobby Jones, los padres del Masters. Hace 50, Arnold Palmer ganó su primer título en Augusta y luego se hizo fotos (o fue al revés) con su nuevo y oportuno amigo, el presidente Eisenhower. Hace 25, Severiano Ballesteros, el primer europeo de verde, se vistió por segunda vez con la chaqueta del ganador. Este año -esta década- la amenaza es El Tigre, el golfista moldeado con cincel, el que ha llevado a las casas de apuestas a retirar su nombre de la lista de posibles ganadores (a Tiger Woods lo dan como seguro) y permitir que sólo se apueste a quién será segundo. Este año no pasea entre las azaleas Seve Ballesteros -"ahora me dedico a divertirme y sentirme libre", dice-. Su silla permaneció vacía en la cena de los campeones, evento en el que el ganador vigente elige el menú. Así que los españoles, tres historias de sensaciones diferentes, están un poco más solos en el Masters que empieza hoy (desde las 22.00, Golf + y las dos últimas horas de competición, Canal +). Ningún europeo gana el Masters desde José María Olazábal, en 1999, y aquel triunfo queda tan lejos que incluso el campo, como él mismo dice, "ya no es el mismo".

"Es otro campo", dice el vasco, "antes se hacían más 'birdies'. Te divertías más"

La esperanza de reverdecer es de nuevo Sergio García, si consigue salir adelante tras sus experimentos con el putt. En García (28 años) recae la presión de coger el relevo de las victorias de Ballesteros (años 80) y Olazábal (90). Pero al Niño se le escapa su época de veinteañero sin ningún major que echarse a la boca. "Es una buena semana para probar el juego corto, mi vuelta al putt convencional. Le estoy pegando bien. Aunque en Augusta, incluso jugando bien, no he tenido suerte", explica. El año pasado ni siquiera pasó el corte.

A Olazábal, en cambio, el verde de Augusta, el sol, se le nota en la cara pese a la capa de crema solar que se ha puesto. Aún sufre los pinchazos en la espalda, las secuelas de una lesión que le ha apartado siete meses de los palos, hasta volver hace dos semanas en Andalucía para regresar desde abajo; él, que fue ganador de dos chaquetas verdes en 1994 y 1999 y que competía sin patrocinadores en la gorra ni en la bolsa. A Olazábal, Augusta, su foto colgada en el pasillo de la casa-club, le recuerda la historia de su otra resurrección, la segunda chaqueta verde después de más de un año de lesión. "Tengo una pequeña esquina en la historia de este torneo, me divierte estar aquí por lo que representa", cuenta sonriente junto a su amigo Miguel Ángel Jiménez. "Físicamente no estoy bien. Cuando le pego a la bola, no me duele, pero tengo limitaciones al moverme. Me canso, quieres concentrarte pero no llegas... Me falta ritmo, aunque voy recuperando sensaciones alrededor del green. Con el drive voy peor. Si aguanto los cuatro días, sería fenomenal".

El trío lo cierra Jiménez, el más regular, "un poco cansado" tras jugar en Andalucía y Houston. Los tres españoles ante un campo largo, de calles cada vez más estrechas, perfilado para pegadores. "Es otro campo", dice Olazábal sobre las últimas modificaciones; "antes se hacían más birdies, te divertías más".

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Sobre la firma

Juan Morenilla
Es redactor en la sección de Deportes. Estudió Comunicación Audiovisual. Trabajó en la delegación de EL PAÍS en Valencia entre 2000 y 2007. Desde entonces, en Madrid. Además de Deportes, también ha trabajado en la edición de América de EL PAÍS.

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