Cuando el río suena
La Cerdanya vive con angustia las especulaciones sobre el Segre
Los vecinos de Prats i Sansor y de Isòvol, en la Cerdanya, viven días de inquietud. Miran al cielo y el sol radiante les confirma otra jornada sin la ansiada lluvia que pinta de verde la comarca. Ven las noticias y ya comienzan a acostumbrarse a ser un foco de atención mediática en medio de la polémica por la sequía. En las últimas semanas ambos pueblos se ha llenado de periodistas y curiosos que buscan las misteriosas estacas clavadas al lado del río Segre de las que nadie responde. Son una cuarentena de señales topográficas pintadas en vivos colores que han aparecido hace unas semanas en las fincas de Prats i Sansor situadas a la orilla del río Segre. Marcan una conducción de cinco metros que nace en el río y llega hasta la zona donde podría construirse una balsa para almacenar el agua. Para los vecinos, estos palos son una señal "inequívoca" de las obras para captar agua. Medio Ambiente asegura desconocer su origen.
"Queremos ser solidarios, pero nos sentimos engañados", dice el alcalde de Prats
"El río es vida y bastante seco baja", afirman dos vecinos de Isòvol
En la plaza de la Font de Prats i Sansor, el alcalde, Josep Carbonell (CiU), atiende con paciencia a los informadores. Le duele sobre todo el asunto de las estacas. "Nos han faltado al respeto y nos han tomado por locos. El consejero Llena llegó a decir que teníamos visiones", dice el edil. Con todo, se muestra flexible. "El agua es de todos. Nosotros queremos ser solidarios si hace falta, porque lo primero es el agua de boca, pero nos sentimos engañados por la manera de plantear el tema". El alcalde teme que si se hace el trasvase sea "irreversible" y comparó la situación con la del río Ter, que envía agua a Barcelona desde 1959 "y no hay fecha para devolverla". También aduce problemas de abastecimiento para su municipio, que tiene unos 240 habitantes censados. "Hay pueblos en la comarca que beben gracias a camiones cisterna y nosotros tenemos agua potable desde hace un año y la sacamos de pozos. Tenemos hecho un proyecto para coger agua del Segre en caso de que nos fallen". Cuenta que ahora el pueblo vive principalmente del turismo y las segundas residencias, y que la agricultura ha ido perdiendo peso. "Sólo quedan tres o cuatro payeses, el motor económico de los últimos años ha sido la construcción". Una simple mirada alrededor confirma la cantidad de chalets y apartamentos construidos en piedra, madera y pizarra que sólo se llenan durante los fines de semana y en verano. "Sin agua no hay turismo, nosotros también la precisamos".
Las polémicas estacas centran las quejas vecinales en Prats i Sansor. "Las colocaron sin permiso, con engaños, de una manera inaceptable en democracia", lamenta Agustí Picas, ganadero y propietario de una de las fincas afectadas. Picas considera que el Gobierno catalán tendría que haber "hablado claro" y presentarles propuestas "coherentes". También teme que el agua que se puedan llevar a Barcelona no sea "para uso de boca".
Justo frente a su granja de vacas está la Hípica Prats, una empresa familiar de monta, doma y pupilaje de caballos. Una de las propietarias, Inés Bertran, cree que la toma de agua del Segre perjudicará a su negocio. "Sin agua habrá que deshacerse de la mitad de los animales", explica. Otro vecino, Josep Morera, se muestra contundente. "Es la vergüenza más grande para la Cerdanya, hay que pararlo como sea".
En el bar del pueblo, la encargada no entiende que se hayan fijado en el Segre, "si va muy bajo y en verano se puede atravesar a pie y está lleno de espumas". En la casa de turismo rural Cal Furné también están preocupados. "La gente viene aquí por el paisaje y las praderas, pero sin agua no serán verdes", comenta la dueña.
Casi encarada con Prats, pero al otro lado del río, está la vecina localidad de Isòvol, de 314 habitantes, en cuyo término municipal se situaría la zona de captación y bombeo. Allí los vecinos se muestran más escépticos que en Prats i Sansor respecto a la realización del polémico proyecto. "Estamos en una zona protegida y, además, nadie se ha atrevido nunca a tocar el río porque es un afluente del Ebro", asegura Maria Lluïsa Gaston, propietaria rural de la zona. Los vecinos de Isòvol también están muy atentos a las noticias y la última advertencia del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, sobre la inviabilidad del trasvase les ha animado. "Zapatero ya ha hablado y ahora hay que ver dónde se meten nuestros políticos, es una vergüenza", añade Gaston. A su lado, Maria Visa y Salvador Vidal, jubilados, rechazan que se lleven el agua. "El río es vida y bastante seco baja desde que no llueve ni nieva como antes", opinan.
El alcalde de Isòvol, el socialista Esteve Maurell, que también es jefe comarcal del PSC en la Cerdanya, está convencido de que el trasvase "no se hará" y de que sólo ha sido un "estudio", aunque reconoce "errores" por parte de la Administración catalana en la forma de actuar. "El secretismo no ha beneficiado a nadie", concluye.
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