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Reportaje:

Imperativo legal (el regreso)

Tres diputados de IU prometen con una fórmula evasiva

"Sí, prometo por imperativo legal, y como militante de izquierda anticapitalista, nacionalista de izquierda y republicano, me comprometo a subvertir el orden establecido hasta que los derechos humanos lleguen a todos los andaluces desde la no violencia activa". Juan Manuel Sánchez Gordillo no malogró las expectativas depositadas sobre su capacidad de hacer chirriar los vetustos muros del Hospital de las Cinco Llagas y regaló al anecdotario de la octava legislatura esta parrafada, declamada de carrerilla, al tomar posesión como diputado. Lo del imperativo legal no es nuevo: lo utilizó cuando fue parlamentario en la cuarta, la de la pinza, y lo repitió en la quinta, ya casi sin eco. Había que buscar algo aún más electrizante. Sobre todo porque dos de sus correligionarios (José Manuel Mariscal y José Antonio Castro) le acompañaron esta vez en la salvedad de la promesa, ambos en plan antisistema, aunque con traje.

El ex diputado Antonio Romero, que deambulaba por allí en calidad de asistente, alumbró una explicación. "No se puede prometer una Constitución que consagra una monarquía con opacidad total", sentenció, sin reparar en que en su hoja de servicios figuran cuatro promesas (las mismas que ha sido diputado) sin imperativo legal alguno. Quizás no le había atravesado todavía el rayo republicano.

El alcalde de la épica Marinelada eligió para la ocasión un pañuelo palestino rojo, el color de la lucha. Guarda dos más: verde y negro, y ha jurado que no se despojará de esta prenda -que lleva a modo de hábito desafiando el clima- hasta la liberación del pueblo palestino. Una razón más para implorar el final del conflicto de Oriente Próximo. El resto de los ceremoniantes lució atuendos de gala, con acierto desigual. Entre ellos predominó el terno oscuro, mientras que en la parte femenina la primavera explosionó con deslumbrantes destellos, de manera literal en algunos casos.

Antes de su discurso, Fuensanta Coves departió por los patios que rodean la antigua capilla que es ahora el salón de pleno. A las felicitaciones contestaba con un dicho de Almería para compensar su acento de Elche: "Tengo desconsuelo en el estómago". Sin duda nada que ver con el de la ex portavoz andalucista Pilar González, quien no pudo contener la emoción de ver a su grupo fuera de la Cámara y le asomaron algunas lágrimas. "Es el último trago del cáliz de la derrota", ironizó con los ojos brillantes. También aguantaron el tipo el ex secretario general del PA Antonio Ortega y el ex diputado Antonio Moreno, si bien ninguno se quedó a los pases de salón y las palmaditas. Demasiado contraste con el estado de ánimo cercano al paroxismo de los diputados novatos y de los que regresan, como el líder del PP, Javier Arenas, y el coordinador de IU, Diego Valderas, este último tras un empeño pertinaz (en las últimas dos convocatorias no logró escaño).

La tribu popular irrumpió en grupo: a la cabeza Arenas -quien dijo sentirse muy "rejuvenecido" después de 12 años ausente-, la portavoz, Esperanza Oña, los adjuntos, y el secretario general, Antonio Sanz. Los consejeros en funciones compusieron un círculo junto con sus asesores y otros cargos expectantes, con expresión indisimulada de desasosiego. "La inquietud es sobre todo por la gente que trabaja conmigo", confesó una consejera que no parecía estar nerviosa.

La votación de los cargos, con la llamada de los diputados uno a uno, alcanzó tal grado de tedio que empezó a clarear la tribuna de invitados. Pese a la veteranía, el secretario primero de la flamante Mesa, José Luis Blanco, se aturrulló con los papeles e inició la lectura de los parlamentarios otra vez por los cargos de la Mesa. El letrado Mayor, José Antonio Víboras, le arrancó la lista de la mano. La concurrencia difícilmente soportaría un nuevo goteo de nombres sin dedicarse abiertamente a la tertulia bullanguera.

A Pedro Rodríguez, alcalde Huelva, le tocó en esta ocasión ser el presidente de edad, lo que le dio pie a varias bromas. "Pensé que era una equivocación, y que el mayor era Manuel Chaves [un año menos]. Luego, que el Parlamento era muy joven porque alguien como yo es el presidente de edad". Pero se le olvidó la mejor: con lo poco que ha ido, seguro que el de ayer ha sido el discurso más largo de sus 12 años de trayectoria. El onubense registró la marca en la anterior legislatura de haber asistido en su integridad a dos plenos de cada diez, y también de conseguir ocuparse de una única iniciativa.

Fuensanta Coves cumplió con su papel de prometer un denodado esfuerzo para propiciar el consenso, hasta el punto de reordenar sus cargos: "Me gustaría ser la diputada presidenta, y no una presidenta que además es diputadas". Sin imperativo legal.

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