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Reportaje:

La muralla árabe, entre la ruina y el olvido

El plan para rescatar los restos y dinamizar su entorno en el casco antiguo de Valencia languidece tras cuatro años

Sara Velert

Mil años de historia contemplan a la ciudad desde una mole de piedra que se asienta imponente sobre una tapia de la calle de Salinas de Valencia. Un bloque de casi dos metros de anchura que resiste a la intemperie desde el siglo XI, cuando formaba parte de la muralla árabe que rodeaba la ciudad. Nada recuerda a la época de esplendor de esta defensa en ruina coronada por un matorral que ha echado raíces en la piedra. El pasado musulmán de Valencia asoma en otras esquinas del centro, en un recorrido de calles estrechas desde la plaza dels Furs hasta la del Tossal que la Generalitat y el Ayuntamiento han prometido recuperar y poner en valor, pero que sigue expuesto a la degradación.

Teresa, que se libró del desplome de su casa, no ha sido realojada

El plan de la muralla árabe, que ha conocido distintas versiones desde 1991, apenas ha avanzado desde que en 2004 se acordó con los vecinos. "El proyecto está aprobado, pero seguimos siendo los afectados del plan de la muralla", afirma Jorge Palacios, miembro de la plataforma vecinal que consiguió cambiar una propuesta oficial de recuperación de los restos que pretendía para ello derribar 16 edificios y desalojar a 150 habitantes.

En la plaza del Ángel, en el bajo de un edificio apuntalado, continúa la sede de la plataforma. En ella vecinos y administraciones celebraron hace cuatro años el consenso en torno al plan actual, que redujo el número de edificios a derribar a seis para no echar a los vecinos y se compone de cuatro unidades de actuación en las que quedarán visibles a retazos 137 metros de la muralla. La intervención total afecta a más de 8.000 metros cuadrados en los que sobre los planos se dibujan nuevas viviendas, jardines y dotaciones, entre ellas un centro de día para la tercera edad, una residencia de estudiantes, un centro de nuevas tecnologías y otro de interpretación de la muralla justo en el solar que continúa desierto y lleno de malas hierbas junto a la sede de la asociación vecinal.

Cuatro años después, no hay rastro de estos equipamientos que necesita el barrio y el entorno de la muralla sigue expuesto al deterioro urbano, social y económico. No hay plazos. Tan solo han comenzado las expropiaciones en una de las unidades. El paisaje sigue salpicado de solares llenos de basura, edificios en ruina, okupados o vacíos.

Al menos uno de los inmuebles del plan se cae a pedazos. Es el edificio de la calle de Salinas en el que vivía Teresa de Fez, de 59 años, hasta el 5 de noviembre pasado, cuando por los pelos se libró de quedar sepultada bajo los escombros de parte de la casa, que se vino abajo. El jueves pasado rebuscaba parte de su ropa y enseres entre desperdicios y escombros caídos sobre el solar de al lado, tras enterarse de que alguien había desvalijado su vivienda sin paredes. Teresa vive ahora con su hija. De nada han servido los llamamientos para que la Generalitat o el Ayuntamiento realojen a esta mujer. Para colmo de males, le piden 6.000 euros para cubrir gastos de seguridad de la finca, que será derribada y expropiada. Sólo quedará en pie el resto del torreón islámico que se confunde con una pared de la casa. Cuando la Administración la expropie, Teresa tendrá derecho a un piso, al igual que la otra treintena de vecinos que tendrán que abandonar sus casas. Mientras tanto, nada. "El plan me ha quitado todo lo que tenía", se lamenta.

El proyecto languidece mientras persiste "el desierto" de solares que esperan la intervención, critica Josep Montesinos, presidente de la plataforma. Son el resultado de considerar que "la solución de las operaciones urbanísticas es que se vayan los vecinos" en vez de primar su permanencia para impedir que el barrio se quede sin vida, destaca Montesinos en medio de una gran parcela en la que hay previsto un edificio público y un jardín. Los propietarios de las viviendas derribadas hace muchos años están siendo expropiados ahora para el plan de la muralla. Desde el solar se ven dos de los vestigios más importantes del recinto amurallado. Uno de ellos es la torre el Ángel, declarada monumento histórico artístico nacional en 1963, lo que no ha impedido que se llene de pintadas. Está habitada y es un vivo ejemplo de "la convivencia del patrimonio y vecinos", subraya Palacios. El otro es el torreón de la parte posterior de la calle de Mare Vella, lo que queda de él, anexionado a varios pisos y que en la parte inferior es ejemplo de una rehabilitación chapucera.

Junto a este torreón está el taller de orfebrería de José Luis March, que atesora el trabajo y las herramientas de artesanos y oficios de varias generaciones. José Luis es profesor de la Escuela de Arte y Diseño y ha propuesto convertir su taller en museo etnológico. A pesar de que el plan promete potenciar la actividad artesana, el taller de March solo se salva de la expropiación temporalmente, y recientemente fue convocado para quitarle un trozo de su patio, lo que considera "un acoso inmobiliario institucional".

La Consejería de Infraestructuras, de la que depende la oficina del Riva (Rehabilitación Integral de Valencia), lleva el peso del plan, en el que el Instituto Valenciano de Vivienda se encarga de las expropiaciones y el realojo, y el Ayuntamiento de la tramitación urbanística. El plan lo llevan así a tres bandas, pero no lo acaba de impulsar ninguno, se lamentan en la asociación. La última comisión de seguimiento con los vecinos fue en 2006.

La muralla árabe, entre la ruina y el olvido, de momento sale a la luz por la iniciativa privada. Hay vecinos que se han preocupado de respetarla en rehabilitaciones -"para conservarla es importante que el barrio se sienta orgulloso de la muralla", apunta Montesinos-. Además, en varios locales se han topado con restos de la fortificación. Por orden de Patrimonio, las piedras musulmanas quedan a la vista e integradas, por ejemplo, en un horno de la calle de Roteros, en un edificio particular de Palomero, o en la peluquería de Las Rocas, donde su sonriente propietaria, Irune Laca, de 26 años, dice que "ha valido la pena". Eso sí, lucir la muralla le ha costado tiempo, inspecciones y mucho papeleo. La iniciativa pública, en cambio, camina a paso de tortuga para rescatar los muros ocultos que protegieron Valencia antes de que su crecimiento los condenara a quedar engullidos en edificios. Ahí siguen resistiendo el paso de los siglos.

El plan de la muralla árabe

- El plan de la muralla actúa sobre una superficie de 8.170 metros cuadrados repartidos en cuatro unidades, ya que una quinta con restos en dos palacetes desapareció del proyecto, que también excluyó vestigios en varios pubs.

- El proyecto prevé equipamientos sociales y educativos, zonas verdes y nuevos pisos. Una docena de viviendas serán demolidas y sus inquilinos tienen derecho a realojo.

- Un total de 136,7 metros de la muralla árabe serán visitables tras la intervención urbanística, además de varios torreones, dos de los cuales ahora están habitados.

- El proyecto de rehabilitación que presentó en 2003 la Generalitat Valenciana preveía el desalojo del barrio de 150 de sus habitantes y el derribo de 16 edificios del entorno que no escondían restos de la muralla. La movilización vecinal paró aquel plan hasta consensuar una actuación que no echa a los vecinos y apuesta por revitalizar la zona y al mismo tiempo proteger el patrimonio histórico.

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Sobre la firma

Sara Velert
Redactora de Internacional. Trabaja en EL PAÍS desde 1993, donde ha pasado también por la sección de Última Hora y ha cubierto en Valencia la información municipal, de medio ambiente y tribunales. Es licenciada en Geografía e Historia y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS, de cuya escuela ha sido profesora de redacción.

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