¿Qué hacer con los votos?
Tan importante como ganar o no ganar unas elecciones es saber qué hacer con los votos obtenidos. Es un capital que se debe invertir bien. Los partidos, sus electos, son los gestores de los votos, pero no sus propietarios. Los propietarios, los votantes, pasarán cuentas en las siguientes elecciones.
¿Podemos intentar descubrir los motivos o lo que quieren los votantes del PSC? No dudamos de que una parte del electorado ha votado al PSOE y a Rodríguez Zapatero por tradición o por algunas de sus iniciativas (Irak, políticas sociales, etcétera). Otros han votado al PSC por representar un catalanismo no nacionalista y de izquierda, por gobernar en la Generalitat, por su fuerza municipal. Pero muchos han votado sobre todo útil, contra el PP, especialmente por su actitud agresiva en todo y por su irresponsable anticatalanismo.
El PSC tiene una carta que si no la utiliza los votantes se lo tendrán en cuenta: formar grupo parlamentario
Ahora los votantes están callados, pero no indiferentes. Muchos estarán atentos a ver qué se hace con sus votos. Y es probable que los aires que nos llegan desde la capital del Estado no les gusten demasiado. Parece que los gobernantes del PSOE consideran que el éxito en Cataluña es exclusivamente suyo y que ahora deben recuperar votos en el resto del país debido a la excesiva atención que nos han prestado. No parecen muy dispuestos a atender las demandas pendientes sobre desarrollo estatutario, financiamiento, gestión de las infraestructuras, etcétera. Creen que podrán gobernar cómodamente con sus 169 diputados, 15 más que el PP, a 7 solamente de la mayoría absoluta, y con una veintena de diputados flotando en el centro o en los bordes del escenario mucho más proclives a entenderse con un gobierno que puede hacer concesiones que con un partido opositor que no ofrece nada. Un panorama que muchos votantes catalanes del PSC pueden considerar todo menos bonito.
Los socialistas catalanes dicen que van a influir mucho en el Grupo Socialista del Congreso. No es un argumento serio. El grupo funciona jerárquicamente, por la regla de la mayoría, e impone la disciplina de voto. Los diputados del PSOE no van a apoyar a los socialistas catalanes en sus dificultosas relaciones con el Gobierno. La defensa que el presidente del PSOE ha hecho de la ministra de Fomento se lee como una advertencia al PSC, aunque se dice que el señor Chaves lo que pretende es tener a la señora Álvarez lejos de Andalucía. Más sintomática es la reciente expresada posición del PSOE de oponerse a cualquier acuerdo bilateral respecto al financiamiento, contradiciendo así el contenido mismo del actual Estatuto.
En política cuentan los intereses y las fuerzas de cada uno. Los intereses no coinciden y las fuerzas no están equilibradas. Pero el PSC tiene una carta que los votantes conocen y que si no la utiliza se lo tendrán en cuenta: formar grupo parlamentario, como ya tuvo. Los 25 diputados del PSC son indispensables al PSOE. Son más que la suma de todos los grupos o diputados que no son ni del PSOE ni del PP. Si el PSC renuncia a ser fuerte lo pagará en las próximas elecciones, lo pagará de rebote el PSOE y sobre todo lo pagará Cataluña.
El universo nacionalista anda revuelto y si las contradicciones existentes en los partidos que lo representan (CiU y ERC) estallan ello supondrá no sólo el debilitamiento del frente catalán en su relación con el Estado, sino una pérdida de apoyo social en Cataluña. Los ciudadanos huyen de los partidos que se fraccionan y cuyos dirigentes se enfrentan públicamente. Creo que muchos votantes convergentes o republicanos pueden entender que uno esté en el Gobierno y otro en la oposición en Cataluña, pero le será muy difícil aceptar que en la conflictiva relación con el Gobierno de España no estén del mismo lado.
Iniciativa con verdes, izquierdas unidas (¿unidas?) y alternativas, etcétera, acumula más siglas que diputados. El sistema electoral pervierte la democracia representativa y perjudica a IC. Sus potenciales votantes de Lleida, Girona o Tarragona saben que su voto se perderá, no hay lugar para más de tres listas. Incluso en Barcelona el sistema penaliza a IC: recibe un tercio de los votos que obtiene el PP, pero éste elige seis diputados por uno IC. Sus casi 200.000 votos son votos resistentes puesto que la atracción del voto útil ha afectado especialmente a esta izquierda bien educada. Su problema no es sólo de legislación electoral. IC ya no es un partido arraigado en las clases populares. Por ejemplo, en Nou Barris, distrito trabajador emblemático, en donde el PSUC reinó en los años setenta, ¡el PSC ha obtenido 10 veces más votos que IC, CiU el doble y el PP cuatro veces más! IC no ha conseguido una identidad definida, es difícil saber cuál es su ser izquierda y su conversión al ecologismo le proporciona más militantes que votos. Con un buen candidato y una buena campaña ha tenido un mal resultado. No le recomendaría hacer introspección, algo que en un partido político puede resultar tan nefasto como en una pareja. Pero sus votos pueden ser la base para promover iniciativas radicales movilizadoras y llegar así al conjunto de la opinión pública.
El más de medio millón de votos del PP expresa su arraigo en Cataluña. Es el tercer partido y sus votos superan la suma de los obtenidos por ERC y por IC. Todo ello a pesar de la política y de la mala imagen acá de sus dirigentes, de la dimisión del líder destinado a llevar al partido hacia un centro moderado y del fuerte rechazo por parte de amplios sectores de la sociedad catalana. El PP se ha visto favorecido por la bipolarización, dispone de una base suficiente para garantizar su existencia, pero sin un cambio de política no puede progresar mucho más. Su base militante más radicalizada puede ser un obstáculo para su desarrollo en Cataluña. Su problema no es qué hacer con los votos, sino cómo llegar a otras fuentes de votantes.
Jordi Borja es profesor de la UOC.
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