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Columna
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Sin rumbo

Fraga decidió "morir con las botas puestas" hace mucho tiempo, quizá de niño, y no se bajará del escenario, seguirá ahí. Pero, curiosamente, su presencia molesta en su partido. Fraga pasó aquí de serlo todo a no ser nadie, es tan poca la consideración que le tienen los dirigentes de su partido que lo desconsideraron absolutamente. Por ellos, no sería senador.

El PP tiene aquí una situación complicada, luego de perder el poder en la Xunta se ve en la tesitura de aceptar como inevitable, como horizonte para largo, el ser oposición sin tocar poder. Preferiría no aceptarlo, verlo como algo coyuntural, y eso le lleva a defenderse con uñas y dientes de esa realidad tan molesta, a negarla. No acepta, por ejemplo, el reparto de senadores que le impone la mayoría parlamentaria del bipartito. Las razones son discutibles, pero la fuerza de los votos no lo es, a la hora de la verdad cantan los votos y se decide. Pero el no aceptar esa decisión les ha llevado a votar nulo, ya que no podían tener dos senadores no votaron por ninguno: no votaron por Fraga, que se habría quedado sin escaño. Siendo así que Fraga es senador elegido por el PSdG y el BNG. ¿Defenderá Fraga en el senado las posiciones de estos partidos? ¿Se integrará en el grupo socialista, en el de los nacionalistas? No lo creo, pero lógicamente debería ser así.

Más allá de esa situación estrambótica lo llamativo es hasta que punto el PP de Galicia está decidido a romper con su pasado inmediato, a pesar de que su secretario haya sido vicepresidente en la Xunta de Fraga, y a pesar de que las consecuencias de tantos años de políticas del PP estén todavía presentes cada día en nuestras vidas. Para ellos Fraga es algo lejano, a olvidar y ajeno. ¿Pero, rotas las amarras, a dónde se dirige aquí el PP? No parece haber una lucha por la dirección en Galicia, pero sí parece que la Dirección busca dirección hacia donde ir.

El PP está en estos momentos en un momento mudo y grave, nadie sabe hacia dónde se va a ir y nadie sabe ni quién manda, ni si hay mando, ni quién va a mandar. Es un partido con cultura autoritaria, con miedo a la libertad, obsesionado con el orden y el mando. Así, teme ofrecer la imagen de división y de inestabilidad que ofreció el PSOE tras la retirada de González, pero precisamente por su miedo a enfrentar el debate interno, por evitar esa imagen, está en una situación imposible: nadie sabe si hay alguien al mando y nadie se atreve a moverse para encontrar un liderazgo. Está atrapado en la inmobilidad, a la lenta deriva.

Y la falta de liderazgo estatal condiciona absolutamente al PP de Galicia. Desde luego la presidencia de Rajoy lo ha debilitado enormemente, lo ha conducido a una posición más reaccionaria que nunca, han estado atados a un candidato que viene a Galicia a decir que "está a favor del castellano, que es el idioma de todos". Eso ya lo dijo y además lo hizo mucho antes Isabel la Católica, tras robarle el trono a la legítima reina, llevó a cabo la "doma y castración del Reino de Galicia". Y ya Franco y el Movimiento actuaban y nos instaban, "sea patriota, hable castellano". Bien entendemos lo que ellos entienden, dicen estar a favor del castellano estando contra el gallego. No, gracias. Ni necesitamos a un PP que, como quinta columna, promueve plataformas para derogar la Ley de Normalización Lingüística, una ley vigente aprobada con el consenso de todos cuando gobernaba el propio PP. ¿Qué le pasa a este PP? Tanto han roto amarras con el pasado que van a la deriva, dejándose llevar más allá del pasado, de vuelta al franquismo.

No sabemos lo que durará este momento de desconcierto, depende de la crisis estatal, de que encuentren un liderazgo y los saque de las posiciones tan reaccionarias e integristas que han defendido en esta legislatura y en esta campaña electoral, pero desde luego Núñez Feijóo tendrá que buscar aquí su propio modo de centrar a su partido. Y el centro no está en esas concentraciones castellanistas contra la lengua gallega ni en el mitin antigallego y contra la autonomía celebrado en un cine; para el PP el centro está donde dice el mapa de Galicia: en Lalín.

Si Núñez Feijóo quiere durar debe acudir a Lalín, pues un partido de gobierno no puede ser instrumento de una minoría acomplejada y rencorosa, debe buscar la raíz en lo profundo y extenso de un país.

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