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Columna
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Plegarias y lamentos

No hay que tener las antenas muy afinadas para percibir las señales que emite la desaceleración económica. El vecino del quinto, el restaurante de la esquina y no digamos el amigo inmobiliario son los fedatarios que con su desaliento nos certifican a diario una depresión de la que el presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trinchet, acaba de alertarnos diciendo que "lo peor está por llegar". Y así debe de ser porque hasta los notarios, esa corporación profesional tan blindada, opulenta y sensible, además de prescindible, también dan fe de ello despidiendo personal de los despachos otrora desbordados con el fin de salvar su cuenta de explotación, dicho sea sin segundas intenciones. Mal pues está la cosa. Sursum corda y a esperar que escampe.

El Pontífice hubiese celebrado un feliz balance de la ley de Dependencia Tenemos un tercer candidato a la secretaría del PSPV, Francesc Romeu

Las primeras autoridades de Valencia, obviamente del PP, han acudido a Roma donde el papa las ha recibido en audiencia privada. Se trataba de entregarle el libro conmemorativo del Encuentro Mundial de la Familia de julio de 2006 y exprimir el dividendo propagandístico del evento. Una cosa lleva a la otra de manera inevitable y suponemos que calculada. Hay que rendirse a la habilidad que muestran para mantener vivas e incandescentes sus grandes cruzadas partidarias a cargo del erario público. En esta ocasión, sin embargo, la alcaldesa Rita Barberá ha tenido la gentileza de acordarse de todos nosotros rogándole al pontífice que "rece por España". La noticia no especifica si las augustas plegarias habrían de aliviarnos de los apuros económicos que nos acechan o aludían, cual creemos, a esos otros trances que con tanto denuedo denuncia el arzobispo de Valencia, el cardenal Agustín García-Gasco, verdadero ariete contra la laicidad, no obstante, la muy diluida entidad de ésta.

Aunque no está en nuestro ánimo relacionar esta visita a la Santa Sede y la política concreta que los conservadores desarrollan en esta Comunidad -si bien son episodios de una misma película, como ya se colige- resultaría demasiado elusivo no mencionar la contradicción que se constata entre esta pía excursión y el bloqueo que el PP valenciano practica a la Ley de Dependencia, que tiene por objeto la asistencia a los ciudadanos más necesitados. Es probable que el Pontífice hubiese celebrado recibir, junto al álbum conmemorativo de su estancia en Valencia, un feliz balance de la labor social y solidaria llevada a cabo por la Generalitat al amparo de la mencionada norma. Pero, claro, esto tan solo es una conjetura y de lo que se trataba, a la postre, era de hacerse la foto y poner un hito en sus respectivas biografías.

Muy de otro género ha sido la comparecencia del senador y ex molt honorable Joan Lerma ante la gestora del PSPV, que preside. De lo que ha trascendido se desprende que este órgano ha eludido analizar las causas del prolongado entumecimiento del partido, tarea que al parecer se le endosa al congreso que se celebrará el próximo verano y a la dirección que del mismo emerja. Por el momento se ha optado por una solución calderoniana: todos los militantes son responsables solidarios. Un expediente que deja las cosas como estaban, y que es una especie de limbo, pero que exime al citado dirigente de las culpas que al parecer se le han imputado desde algunos medios y sectores de su propio partido. Algo ciertamente injusto y que explica sus lamentos pues el veterano dirigente y descabalgado portavoz senatorial no ha tocado pelota en el reciente proceso electoral y, además, es ya -o debe ser tan solo- un espectro político de sí mismo.

Un paréntesis éste, en el que andan sumidos los socialistas, que abona no pocas hipótesis y una nada desdeñable es la irrupción de los dirigentes centrales, esto es, de Madrid, en la solución de la interminable crisis que acogota al PSPV. Una intermediación que en otros tiempos pudo parecer invasiva de ámbitos autónomos, pero que después de tantos años de postración podría asumirse como la intervención del Séptimo de Caballería o de cualquier otro recurso milagrero para restaurar las antiguas inercias. Mientras el prodigio no se produce tenemos un tercer candidato a la secretaría general, decimos de Francesc Romeu, a quien, como mínimo, se le debe reconocer el valor para fajarse con semejante reto. Apostamos que no será el último en pedir la vez.

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