El milagro del hombre de negro
Tras haberlo despedido, Apple recuperó a Steve Jobs y bajo su mando disfruta de una década maravillosa
El mundo de la tecnología debe a Steve Jobs la i de Internet que ahora se coloca delante de casi todo. Aparatos como el iMac en 1998, y el más actual iPhone, le deben su nombre y toda la filosofía de trabajo en red que esto implica, al director general de Apple.
En esta década, Apple ha logrado gracias, indudablemente a la vuelta a casa de su alma máter, Steve Jobs, dejar de ser una vieja gloria. Hoy por hoy es la persona con más influencia en el mundo de la tecnología, según lo acaba de dictaminar la revista Fortune. La elección coincide con un aumento de ventas de sus ordenadores, el éxito irrefrenable de su tienda de música a través de Internet, iTunes, y las ventas masivas del iPod y ahora del teléfono iPhone. Jobs, guste o no, es la invención, el riesgo, la vanguardia, la originalidad, o, si se prefiere, la búsqueda de ello.
Todo recomenzó en julio de 1998. El fundador de la empresa había sido despedido en 1985 y en 1997 lo recuperaron.
La situación era desesperada. Tras su regreso, Jobs se presentaba en la Macworld Expo. Era la primera vez que daba la cara ante sus seguidores para contar las novedades, costumbre que sigue manteniendo desde entonces. La aparición anual del hombre de negro es a los maqueros, lo que para los católicos supone la bendición urbi et orbi del papa en el Vaticano. En la MacWorld de 1998, Jobs bendijo el Internet Macintosh, desde entonces, el iMac. Un monitor con el ordenador a cuestas y con un precio muy competitivo para la época, alrededor de 200.000 pesetas. Y, como iba a ser costumbre, con una apuesta osada: sin ranura para meter disquetes. Fue como un disparo de salida a una nueva época.
Sus apuestas anuales, unas exitosas y otras fracasadas, tienen en común que Apple siempre persiguió la originalidad antes que la copia. En el fracaso o en el triunfo esa imagen de marca le ha dado a Apple un prestigio mucho mayor que sus resultados económicos. Al menos así fue hasta que Jobs se sacó de la manga en 2001, entre, una vez más, el escepticismo general, el iPod.
Este reproductor significó un antes y un después en la historia de Apple; de ser una empresa de ordenadores a una de productos de consumo; de fabricar para una élite a fabricar para las masas, y sin perder un ápice de su prestigio.
El último conejo sacado por el mago de la futurotecnología es el iPhone, aunque en esta ocasión ha jugado con la ventaja de tener a la gente rendida a sus pies, y no sólo a los inquebrantables maqueros. La santificación de Jobs es también la prueba de que la tecnología puede ser fácil y bella.
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