Josep Benet, erudición y pasión
Si tuviera que resumir en tres palabras a Josep Benet (Cervera, 1920), fallecido ayer en Barcelona a los 87 años, sin duda escogería las de pasión, erudición y honestidad. Siempre he admirado la pasión, es decir el entusiasmo y la vehemencia, que ponía en todo, fuera el activismo resistente, la polémica política, la obra de denuncia o el estudio histórico. A veces, esa pasión, nunca teñida con malos modos o demagogia, le llevó, en actos de sana intransigencia, a denunciar la falsificación o el enmascaramiento de hechos, los hiciera quien los hiciera.
Pero Benet destacó también por su erudición que puso de manifiesto no sólo en su obra como historiador, sino incluso en su tarea como político y abogado. De entre su producción historiográfica destacan cuatro obras: ese excelente ejercicio de reflexión sobre la reducida conciencia crítica de la burguesía catalana que es Maragall i la Setmana Tragica (1963); su estudio Catalunya sota el règim Franquista (de 1973 y ampliado en 1995); también uno de los mejores productos de nuestra historia social, la investigación realizada con Casimir Martí: Barcelona a mitjan segle XIX. El moviment obrer durant el Bienni Progressista (1854-1856) (1976), y el documentado estudio La mort del president Companys (1998). Pero también sus discursos parlamentarios, o sus defensas jurídicas, reflejaban esa característica de autoexigencia en la precisión: su labor siempre estuvo marcada por la voluntad de convencer no sólo por la justicia de los argumentos sino también por la solidez de su información. Finalmente, está la honestidad de Benet. Su rectitud quedó manifestada en la firmeza de sus compromisos políticos y por la generosidad de su entrega a causas que sabía que no le reportarían beneficio material.
Sus referencias biográficas son bien conocidas: hizo la guerra en la quinta del biberón y estuvo en el activismo político antifranquista ya desde los años cuarenta. Participó en la dirección de campañas como la organizada contra Luis de Galinsoga, el director de La Vanguardia (1959-1960), la de protesta por la detención de Jordi Pujol (1960), la de apoyo al abad Escarré (1964), la de solidaridad con el Sindicat Democràtic d'Estudiants (1966), o la de Volem bisbes catalans (1967). Igualmente, tuvo una notable actividad como abogado defensor, ante consejos de guerra y el Tribunal de Orden Público, de políticos y sindicalistas antifranquistas, y él mismo fue detenido diversas veces y multado. Tras militar en Unió Democràtica de Catalunya, ya como independiente, se convirtió en el hombre clave de la política unitaria catalana y en 1971 fue uno de los fundadores y dirigentes de la instancia política más importante del antifranquismo: la Asamblea de Cataluña. Tuvo una larga trayectoria política luego. Fue el primer director del Centro de Historia Contemporánea de Cataluña y en 1996 recibió el Premio de Honor de las Letras Catalanas. Su muerte coincide con la aparición del primer volumen de sus memorias, que finalizan en 1939. Esperemos que haya dejado también el testimonio de sus vitales actividades durante la dictadura y la transición.
Borja de Riquer es historiador.
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