La voz que 'legalizó' al PCE
El periodista radiofónico Alejo García fallece a los 71 años
Conocí a Alejo García hace unos 30 años. Nos convocó Eduardo Sotillos, director de Radio Nacional, para afrontar la nueva programación. El programa de tarde se lo encomendó a Alejo García. Directo, directo se llamaba. Yo me encargaba de la continuación de la mañana con Protagonistas. Pronto entablamos amistad. Pilar Miró, que era buena amiga de Alejo, y yo apadrinamos a su hija menor, Reyes, y desde entonces Alejo era mi compadre y yo, el suyo.
Alejo contaba siempre para halagarme que un día el director de RNE le llamó y le premió con una visita para conocer la radio americana que se hacía en Nueva York. Prefirió conocer aquella radio que un tal Luis del Olmo realizaba en Barcelona.
En la Ciudad Condal, sellamos nuestra amistad para siempre. Alejo era un malagueño culto, burlón. Cuando me pasé a la radio privada se vino conmigo a la Cope. Allí dirigió con maestría los informativos. Más tarde, regresó a Radio Nacional.
No dejamos de vernos a pesar de trabajar en empresas distintas. De su mano, conocí la Semana Santa sevillana. Recuerdo una madrugada esperando la llegada del Cristo de los Gitanos. En aquella espera, una imagen imborrable: sentado al borde de la acera, con una cerveza en la mano, Rafael Alberti.
Pero Alejo quería que yo conociera, sobre todo, la Semana Santa de su tierra, Málaga. Él fue quien me llevó por primera vez al balcón del hotel Larios para contemplar las procesiones del Jueves Santo malagueño. De su mano ingresé en la Cofradía de la Buena Muerte. Él me enseñó a querer a esta Málaga abierta, profunda, risueña, generosa. Alguna vez disfruté de los aromas malagueños en su casa de La Cizaña, donde a todas horas sonaba la voz de sus sueños, doña Concha Piquer.
Su voz rotunda llegó a todos los rincones de España en aquel célebre Directo, directo. En la radio de nuestro país enseñó con maestría lo que se tenía que hacer para pasar de aquel periodismo de la dictadura al periodismo radiofónico en libertad, con el que siempre, y a veces jugándose el bigote, apostó. En la última paella que tomamos el pasado verano en el barrio del Palo, con su amigo Manuel Alcántara, nadie presagiaba el fin tan temprano de Alejo. El pasado lunes, me decía en el hospital Clínico de Málaga: "Luis, tengo que mandarte unos documentos de la radio para tu museo".
Lo más importante que me deja mi compadre es un periodista de su misma casta, su hijo Alejo García júnior, con el que tengo el honor de compartir la nueva cadena de Punto Radio.
La historia de la transición. Radio Nacional supo transmitir con tiento aquellos momentos con Eduardo Sotillos en la dirección; un grupo de locos del micrófono, entre los que se encontraba el propio Alejo, Jesús Quintero y yo mismo. Tratábamos de contar a los oyentes lo que era aquella radio en libertad que se avecinaba. Déjenme recordar aquel minuto de oro en el que mi compadre desde la redacción de Informativos de RNE salva las dos plantas que separan el locutorio con su zancada de gigantón, llega al micrófono sudoroso y sin apenas aliento anuncia: "El Partido Comunista de España ha quedado legalizado".
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