_
_
_
_
LA CALLE | Rutas
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Camino real

Hay muchos caminos y senderos que perfilan la geografía de cada comarca. Algunos se ensartan por lugares de acceso accidentado y difícil, y son adecuados para excursionistas experimentados. Pero también hay muchas posibilidades de dar paseos sin dificultad, aptos para toda clase de personas. Y en una sociedad estresada, como la occidental, todavía hay caminos ocultos, obsoletos desde hace siglos, pero que en su época fueron las principales vías de comunicación del territorio: hablamos de los caminos reales de la Edad Media, aquellas rutas favorecidas y concedidas por los reyes y señores feudales.

La ruta que nos ocupa unía Barcelona y el mar con el corazón de Cataluña hasta Manresa, cruzando la sierra de l'Obac, en el parque natural de Sant Llorenç de Munt. Este camino, que según cuentan, fue construido por presos condenados a trabajos forzados, aglutinaba buena parte del comercio y los transportes entre los pueblos que se encontraban a lo largo de su recorrido.

La ruta se encuentra oculta, pero todavía se conserva en buen estado el tramo que va desde la Barata hasta Pont de Vilomara. El resto del itinerario se ha perdido o ha quedado enterrado bajo el asfalto de las carreteras. Este tramo era uno de los más peligrosos de la ruta Barcelona-Manresa. A su paso por el macizo de l'Obac, el camino recorría lugares solitarios amenazados por los bandoleros y ladrones muy activos, especialmente, durante los siglos XVI y XVII. A estos peligros, se añadía la dificultad del itinerario, con fuertes pendientes que rodeaban los riscos y los acantilados. La construcción, en el siglo XVIII, de un nuevo camino, que unía la carretera Barcelona-Madrid por Can Maçana, y la inauguración del ferrocarril entre Terrassa y Manresa en 1850 significaron la muerte del camino real, que se convirtió gradualmente en un camino de ganado. Vale la pena hoy en día darse un paseo a pie por lo que queda de esta ruta de la Edad Media.

- Observaciones. Es recomendable proveerse de agua y comida y llevar calzado adecuado.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_