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Gestionar resultados electorales

Joan Subirats

Estos días de menor actividad institucional y social pueden facilitar digestiones más sosegadas de los resultados electorales en Cataluña. Sin duda, es más fácil gestionar éxitos inesperados que fracasos no previstos, pero en ambos casos lo que conviene es prudencia. Surgen voces que extrapolan los resultados del 9 de marzo y que ven a los socialistas como protagonistas casi absolutos de la política catalana en los años venideros. Otros lamen sus heridas y tratan de imaginar nuevos escenarios para el nacionalismo catalán. Los populares viven sin vivir en ellos, ya que si bien han aumentado su representación, la distancia sideral que les separa de sus adversarios directos por el poder en Madrid descalifica su esfuerzo. Y la gente de Iniciativa y compañía cuenta y recuenta para llegar a la conclusión de que su despliegue territorial empieza a ser sólido, pero a costa de sus tradicionales baluartes en los barrios y las localidades de la periferia barcelonesa. Lo cierto es que deberíamos ir todos con cuidado para no lastimarnos. Los escenarios políticos y mediáticos en que se desarrolla la política española no han dejado apenas espacio para nada que no fuera la virulenta confrontación entre los dos polos magnéticos que representaban Zapatero y Rajoy. Pero no está nada claro que los resultados sean trasladables sin más a la escena política catalana, cuando tenemos suficientes precedentes que sitúan al electorado catalán como experto en el llamado voto dual, o lo que es lo mismo, cantidad de gente que cambia de voto (o deja de votar) dependiendo del tipo de elección de que se trate.

No está nada claro que los resultados sean trasladables sin más a la escena política catalana

Una primera cuestión es saber si el PSC quiere cambiar de pareja de baile. Nos hemos acostumbrado en estos últimos 30 años a que el gran dilema a la hora de escoger quién mandaba en Cataluña estaba planteado entre una opción de izquierda representada en primer lugar por el PSC y la opción más conservadora, pero "del país", representada por la coalición de CiU. Después de las últimas elecciones, ese dilema, ¿ha quedado obsoleto? La pujanza del PSC y su abrumador poder institucional, ¿exigen modificar su estrategia, sirviendo de paso a los intereses de Madrid? Si, como dicen algunos, su modelo de desarrollo y de crecimiento del país está más cerca de CiU que de ERC y de ICV-EUiA, ¿debería hacer casos a estos cantos de sirena-intereses y avanzar hacia la gran coalición en Cataluña? Sus hasta ahora socios prioritarios han pagado y pagan algunos precios significativos por su posición institucional, aunque es evidente que también logran muchas ventajas. El PSC tiene ante sí la nada fácil tarea de convertir sus miles de votos de firmeza anti-PP en capital positivo de proyecto de país. Y no estaría nada mal que nos dijeran si piensan en un modelo federal, en cómo van a perfilar su relación con el PSOE, en qué tipo de desarrollo o en qué estrategia de recursos están pensando. Llega un momento en que el discurso de "¡que vienen, que vienen!" puede no lograr mantener cohesionado a un electorado muy disperso y contradictorio. Y eso pasa, en primer lugar, por saber qué política de alianzas van a practicar, evitando una perspectiva de tierra quemada para con sus socios actuales, y quién sabe si futuros, de gobierno.

Todo ello depende también de Zapatero. Por lo que parece, ha perdido votos en las franjas intermedias del electorado que últimamente se disputan el PP y el PSOE. El 9 de marzo, esa derrama de votos centristas vino compensada por las ganancias en la periferia, lo que le permite consolidar su proyecto a medio plazo y le da la razón frente a quienes le acusaban de lanzar por la borda el capital de los ochenta del PSOE. Reforzando su alianza con la periferia nacionalista, consigue evitar mayorías alternativas y sigue aislando al PP. Pero ahora necesita buscar un acomodo mejor a las tensiones centro-periferia, con mecanismos federalizantes que han de implementarse en esta legislatura, para institucionalizar esa alianza implícita y seguir recortando espacios a un PP con claras tendencias regionalistas. En efecto, la salida de la derrota sin paliativos del PP cabe buscarla en ese no explicitado entendimiento entre un Rajoy debilitado y una reforzada periferia regionalista y pepera que ha construido bases sólidas en las que apoyar esos 10 millones de votos que no pueden despreciarse, por mucho que no hayan logrado desplazar a Zapatero.

Esquerra ha recogido mucha abstención. Sería peor si su gente simplemente hubiera cambiado de caballo. Pero es evidente que es difícil mantener como reivindicación inmediata la independencia, cuando la sensación general era de que lo que nos estábamos jugando era "¡Virgencita, que me quede como estoy!". El problema de ERC es CiU, y el problema de CiU es que no sabe qué hacer con el capital político que atesora y gestiona. La aparente fragilidad de ERC se fundamenta en la enorme ambigüedad de CiU, que, como el perro del hortelano, ni hace ni deja hacer. Tenemos un electorado nacionalista, sólido aunque baqueteado, dispuesto a seguir confiando en quien ilusione y muestre caminos sensatos por los que avanzar, extinguida la vía del qui dia passa, any empeny. No creo que Iniciativa deba tener miedo a seguir renovando mensajes y personas, evitando cortoplacismos y giros que ahora resultarían incomprensibles. Debe seguir apostando por otro futuro, otra vía de crecer y generar calidad de vida e igualdad. Y no puede sentirse atenazada en institucionalismos bloqueadores de su personalidad. No se trata de marcar perfil propio porque sí. Seguramente, se puede apostar por otro futuro, moviéndose en las contradicciones de un partido de gobierno, pero sin caer en la trampa por la cual la gente acabe pensando que tu único objetivo es seguir en el poder sea cual sea el precio. Lo mejor es evitar prisas excesivas. Y seguir pensando que la política no se acaba en las elecciones ni en las instituciones, y que dentro de unos años, el escenario habrá cambiado. Siempre quedan partidos por jugar y los votantes seguirán discriminando elección tras elección.

Joan Subirats es catedrático de Ciencia Política de la UAB.

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