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Turbulencias en los mercados

La crisis financiera se recrudece

Las Bolsas caen pese a las nuevas medidas de la Reserva Federal y penalizan a los bancos - El crudo baja de los 100 dólares por el miedo a la recesión

Los mercados se tambalean. Ocho meses después del estallido de la crisis de las hipotecas tóxicas en EE UU, la realidad supera -de largo- el peor de los escenarios que se barajaban hasta ahora. A pesar de la última dosis de medidas de la Reserva Federal estadounidense -en la madrugada del lunes y a la desesperada-, la crisis financiera es ya "la más dolorosa desde la II Guerra Mundial", a juicio de Alan Greenspan.

"La situación empeora, es más seria y global de lo que se esperaba", según el FMI. Y empieza a dejar cadáveres ilustres por el camino: el último, el del gigante Bear Stearns. Todo eso con el euro por las nubes y el mercado del petróleo creyéndose al fin los miedos a la recesión. Tras marcar nuevos máximos -el barril de brent europeo arrancó en 108 dólares-, el crudo sufrió por primera vez los embates de la crisis y llegó a estar por debajo de la barrera de los 100 dólares.

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La metástasis se extiende por todo el sector financiero. Tras contaminar a la banca más tradicional y a los fondos de alto riesgo, Bear Stearns, el quinto banco de inversión del mundo, es la última víctima de las turbulencias. La Reserva Federal salió una vez más al rescate con una acción inédita y, según los expertos, prácticamente a la desesperada: tuteló la compra de Bear Stearns por JP Morgan por un precio prácticamente de saldo (dos dólares por acción, frente a los 62 dólares de hace solo una semana), y anunció un paquete de nuevas y ambiciosas medidas para dar aire a la banca. Se espera que hoy baje los tipos de interés hasta el 2%. Y aun así, nada parece suficiente.

Las Bolsas dieron otro revolcón a los inversores con caídas generalizadas, de hasta el 4% en Europa. En España, el Ibex limitó los daños al 2,8%. La banca sufrió su particular vía crucis: Bear Stearns se dejó un 84% de su valor en Bolsa, pero la oleada de pánico afectó a todo el sistema. Lehman Brothers cedió más del 20% al final de la sesión, Merrill Lynch, el 5,5% y Citigroup el 6%, en una lista interminable que refleja la profundidad del agujero.

La banca española se libró del varapalo: BBVA y Santander cayeron un 3%. Todo el sector está bajo sospecha, en una semana clave en la que las entidades estadounidenses tienen que presentar resultados. La desconfianza es absoluta. El mercado se pregunta cuál será el siguiente gran banco en caer, nadie sabe quién tiene problemas y, sobre todo, no se ve el final del túnel.

Al margen del plan de salvamento de Bear Stearns, la Reserva Federal sorprendió el domingo -en su primera actuación en fin de semana en los últimos 30 años- al reducir al 3,25% el tipo de interés al que presta dinero a los bancos en dificultades. El objetivo, de nuevo, es aumentar la liquidez, que sigue bajo mínimos: los bancos no se prestan porque nadie se fía de nadie. Además, el banco central abrió esa ventanilla de crédito a los bancos de inversión y a otros operadores para evitar que se repitan episodios como el de Bear Stearns. Algunos expertos apuntan que el próximo paso puede ser el uso de dinero público para evitar quiebras bancarias. El Reino Unido anunció también inyecciones de liquidez.

Pero la respiración asistida que aplican los bancos centrales no surte efecto. Ni las sucesivas inyecciones de dinero a ambos lados del Atlántico ni la agresiva rebaja de tipos en EE UU han servido de mucho hasta ahora. No hay reacción a pesar del paquete de medidas fiscales de la Administración Bush y de la caída libre de la divisa estadounidense: el euro llegó ayer a 1,59 dólares, pero su declive sigue sin dar impulso a la maltrecha economía norteamericana, con un pie y medio en la temida recesión.

La gravedad de la crisis llevó anoche al presidente George W. Bush a reunirse con un grupo de especialistas en mercados financieros. Minutos antes del encuentro, Bush dejó claro que adoptará "las medidas necesarias" para garantizar que el sistema bancario siga funcionando. Tanto él como el secretario del Tesoro, Henry Paulson, dieron respaldo a las maniobras del presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke. Pero esos mensajes de confianza no acaban de calar. El director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), el francés Dominique Satruss-Khan, explicó en París que la crisis financiera "empeora" y que el riesgo de contagio "no deja de crecer".

Ésa es también la percepción de los mercados. Antonio Villarroya, de Merrill Lynch, explicó que el banco central de EE UU "hace todo lo que está en sus manos sin apretar el botón del alarmismo, pero aún así nada apunta al final de las turbulencias". Después de años de una expansión crediticia sin precedentes, llega la hora de la limpieza. "Puede que incluso el mercado se pase de largo, por la desconfianza y la enorme opacidad", añadió.

"Nadie sabe ahora mismo a qué nos enfrentamos. El contagio ha sido mucho más rápido y contundente de lo esperado, y la Bolsa castiga a todos los bancos, sin preguntarse si están expuestos o no a las subprime. Todo eso con el BCE de vacaciones", afirmó David Cano, socio de AFI.

La coincidencia de avisos sobre una crisis más profunda caló al fin en el mercado del petróleo. El precio fijado en los primeros contratos de futuros se situó en niveles récord para el crudo de referencia en EE UU (112 dólares) y Europa (108 dólares). Pero luego se desplomó en ambas plazas y registró la mayor caída diaria desde 2004 en Londres y desde 1991 en Nueva York. El brent europeo llegó a situarse por debajo de 100 dólares para recuperarse ligeramente a última hora.

Pese al desplome del dólar, los analistas apuntan que el cambio de tendencia se debe a que los inversores, que se han refugiado en las materias primas ante el revés de la Bolsa, dieron crédito a que la crisis será lo suficientemente grave como para debilitar la demanda y causar un descenso en el consumo de crudo.

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