Violencia y vergüenza en Sevilla
Los incidentes se suceden en los estadios de la capital andaluza en los últimos años
El presidente del Athletic, Fernando García Macua, sentenció anoche con una mezcla de pesadumbre y rabia: "Esto tiene que tener consecuencias". La agresión a un profesional, a un deportista, como la sufrida ayer por Armando, es de una gravedad tal que no merece ni calificación. Pero es mucho peor aún que no se trate de una situación "aislada", en contra de lo que se esforzó en recalcar la directiva del Betis. El fútbol en Sevilla solía producir admiración, transmitir alegría. Hace ya años que se repiten acciones que dan vergüenza.
Hace pocos días más de un año que el entonces entrenador del Sevilla, Juande Ramos, cayó fulminado al suelo por el impacto de otra botella lanzada por un espectador desde la grada del estadio Ruiz de Lopera en una eliminatoria de la Copa del Rey . Esa agresión vino después de que durante varias semanas -coincidieron tres enfrentamientos entre los dos equipos de la capital andaluza en la Liga y la Copa en tan sólo un mes- las directivas del Betis y el Sevilla hubiesen llegado al insulto y hasta a las manos entre otros hechos bochornosos, como el de que el busto del propietario del Betis presidiera el encuentro durante el que se produjo la agresión.
Juande, entonces técnico sevillista, fue víctima de otro botellazo en 2007
Cinco jóvenes se enseñaron con un empleado de seguridad en 2002
Aquel encuentro del 28 de febrero de 2007 se suspendió y se jugó lo que restaba en el Coliseum Alfonso Pérez, de Getafe, sin público. Pero ni siquiera ese partido, con todo lo que se había hablado, con todos los propósitos de enmienda lanzados públicamente -Ramos llegó a asegurar que desde los clubes se había provocado a los violentos-, se libró del ambiente bélico al que algunos se empeñan en reducir el fútbol. El entonces entrenador del Betis, Luis Fernández, llegó a bromear con un caramelo de palo en la boca, muy mal genio y peor estilo, sobre la agresión que había sufrido su colega del Sevilla.
El caso todavía está en los tribunales y la fiscalía de la capital andaluza ha pedido una multa de 4.680 euros y que se impida durante dos años el acceso del acusado a cualquier recinto deportivo. El Betis fue castigado a jugar tres partidos fuera de su estadio. En aquella ocasión, el presunto agresor no fue identificado hasta algunas semanas después y se declaró inocente ante el juez que lleva el asunto.
Los antecedentes de la violencia en los estadios sevillanos se remontan a la temporada 2001-02, cuando un seguidor verdiblanco se dedicó a enviar pequeños cohetes pirotécnicos hacia la zona en la que se sentaban los sevillistas en un partido disputado en el Ruiz de Lopera. El club verdiblanco fue castigado entonces a jugar dos partidos de local en otro estadio distinto al suyo.
En la siguiente temporada, en octubre de 2002, esta vez en el Sánchez Pizjuán y en otro derby, cinco jóvenes, entre ellos dos menores de edad, golpearon con saña y brutalidad a un trabajador de la seguridad privado del estadio con una muleta ortopédica. En el mismo encuentro, un espectador saltó al campo y sólo su borrachera impidió que su intento de agresión acabase en lesiones al portero verdiblanco, Prats.
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