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Reportaje:Hacia Pekín 2008

El difícil regreso del Dalai Lama

Las negociaciones entre el Gobierno y el líder espiritual están estancadas

Una noche, hace unos meses, un joven tibetano estaba bebiendo unas cervezas en un bar en Pekín con un amigo y dos chicas de la etnia han -identificada comúnmente con los chinos-, cuando, de repente, se volvió hacia tres extranjeros que estaban sentados en una mesa cercana, y les susurró mientras miraba de reojo a sus dos acompañantes: "A mí no me gustan las chinas". Luego levantó el puño, gritó un par de veces "Tíbet libre", y añadió: "El Dalai Lama es un gran hombre".

El universitario, que salió de Lhasa hace algún tiempo para estudiar en Pekín financiado por el Gobierno, podría haber tenido problemas con su gesto. Varios adolescentes habían sido detenidos días antes en la provincia occidental de Gansu, donde viven muchos tibetanos, después de que fueran encontradas pintadas en algunas paredes, pidiendo el regreso del Dalai Lama.

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Runggye Adak, otro tibetano, ha sido acusado de subversión en la provincia de Sichuan tras exigir públicamente mayor libertad religiosa y la vuelta del líder budista.

En China, muchos monjes llevan bajo la túnica granate un broche con la figura del dirigente tibetano, y, aunque su imagen está prohibida, es posible encontrarla en algunos templos y tiendas de recuerdos religiosos, donde es vendida a escondidas.

El líder espiritual, venerado por los budistas lamaístas, sueña con regresar algún día a su Tíbet natal, de donde huyó en 1959 tras fracasar el levantamiento popular contra el Gobierno chino. Pekín se niega porque dice que busca la independencia de la región autónoma.

Ambas partes tienen en marcha un proceso de negociación. Pero se encuentra estancado. El Gobierno asegura que aunque ha mantenido muchos contactos y conversaciones con representantes del Dalai Lama, el premio Nobel de la Paz ha apoyado constantemente la independencia del Tíbet, por lo que, bajo esas circunstancias, "no puede haber un progreso significativo". Pekín mantiene que el Tíbet ha sido históricamente parte de China, pero muchos tibetanos aseguran que la región del Himalaya fue virtualmente independiente durante siglos.

"El Dalai Lama no es sólo una figura religiosa, y lo cierto es que actúa con cierta ambigüedad", asegura un diplomático occidental. El líder espiritual defiende la llamada "vía de en medio", que preconiza una "autonomía real" para Tíbet dentro de China.

Pero Pekín cree que sigue defendiendo la secesión, y ha advertido que las actividades separatistas en el territorio están aumentando. Al menos dos miembros del Partido Comunista Chino en el Tíbet han sido expulsados en los últimos meses por deslealtad.

El Dalai Lama acusó el lunes pasado al Gobierno de "graves e inimaginables violaciones de los derechos humanos", entre ellas "la negación de la libertad religiosa". "Durante casi seis décadas, los tibetanos han tenido que vivir en un estado de continuo miedo, intimidación y sospecha bajo la represión china", dijo. Pero, al mismo tiempo, ha negado que pretenda sabotear los Juegos Olímpicos, como le ha acusado Pekín, y ha replicado que siempre ha apoyado el derecho de China a celebrarlos.

El dirigente tibetano tiene 72 años, y algunos observadores políticos creen que China está arrastrando los pies en las negociaciones, esperando que tras su muerte desaparezca el problema, pero después de su muerte podría ser peor.

Un monje tibetano en el exilio grita contra China  en una manifestación el jueves en Katmandú.
Un monje tibetano en el exilio grita contra China en una manifestación el jueves en Katmandú.AFP
Un tibetano yace herido en la calle tras los enfrentamientos con la policía china en el centro de Lhasa, ayer.
Un tibetano yace herido en la calle tras los enfrentamientos con la policía china en el centro de Lhasa, ayer.AP

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