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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Cassià Maria Just, abad emérito de Montserrat

Su talante demócrata quedó claro en 1970 cuando el santuario cobijó la protesta contra el Proceso de Burgos

El abad emérito del monasterio Montserrat, Cassià Maria Just, falleció ayer a los 81 años en el mismo santuario en el que pasó buena parte de su vida como monje benedictino. Nacido en Barcelona el 22 de agosto de 1926, dirigió el monasterio entre 1966 y 1989.

A todos aquellos que hemos tenido el privilegio de conocerlo, valorarlo y apreciarlo profundamente nos embarga un sentimiento un tanto contradictorio: la tristeza por la pérdida de un hombre de Iglesia que fue un referente para muchos, pero a la vez la satisfacción de haber podido contar con él porque siempre estuvo atento a los problemas de toda persona que se le acercaba.

Abierto y conciliador, en los últimos años del franquismo demostró su firmeza en la defensa de los derechos y las libertades de una sociedad que se debía preparar para la democracia. Así, el abad emérito trabajó desde Montserrat por un futuro libre para nuestra sociedad, en el que no cupieran actitudes intransigentes y hostiles hacia los demás.

Entre los ejemplos de ese talante destaca su decisión de permitir en 1970 el célebre encierro de intelectuales en Montserrat contra el llamado Proceso de Burgos, el consejo de guerra en el que se condenó a muerte a varios miembros de ETA, pese a las dificultades que ese apoyo podía plantear a las relaciones entre la Iglesia y el régimen franquista.

No obstante, aquel episodio supuso la prueba decisiva de su carácter. Como quedó claro desde el momento en el que fue elegido abad, recién cumplidos los 40 años, su aparente timidez no le impidió ser enérgico cuando tenía que defender derechos de trabajadores y de cualquier grupo o persona frente a las autoridades de la época.

De la misma manera, fue memorable y llena de exquisitez y buen tino, la homilía que pronunció en las exequias por el abad Aureli Maria Escarré, quien en 1963 hizo unas polémicas y valientes declaraciones contra el régimen del general Franco en el periódico francés Le Monde, palabras que le valieron el destierro a Escarré.

El religioso fue además un convencido y enamorado del aggiornamento propugnado por el papa Juan XXIII cuando convocó el Concilio Ecuménico Vaticano II. Al término del mismo, se comprometió en su aplicación en nuestro país. Cassià M. Just era un amante de las conciencias libres, muy poco amigo de presentar el catolicismo mediante imposición. Por ello el aire fresco que supuso el Vaticano II encontró en él una persona totalmente predispuesta y favorable a aplicar en el seno de la Iglesia los documentos conciliares. Los tiempos del postconcilio, sin embargo, no fueron fáciles para Montserrat, ya que por entonces se tuvieron que afrontar las secularizaciones de monjes que se produjeron en el monasterio. El abad, que también fue un gran músico y organista, condujo aquel proceso con especial tacto y sensibilidad evangélica.

Probablemente desde el interior de la vida monástica montserratina puede haber algunas sensibilidades religiosas que no hayan valorado este periodo de abadiato como positivo del todo. Esto suele suceder en cualquier colectivo humano y la vida conventual de los religiosos no se escapa a esta regla. No obstante, sería injusto decir que su responsabilidad como abad no la ha ejercido con un específico proyecto fundamentado en el Concilio Vaticano II y en una eclesiología de la corresponsabilidad del pueblo cristiano, al servicio de todos.

Le dolía mucho, además, que algunos obispos no comprendieran que la Iglesia debe conocer la cultura específica de cada pueblo para ofrecer el mensaje evangélico de la esperanza, el servicio y la capacidad de amar y servir de la manera más inteligible posible. Y todo ello a partir del testimonio personal y colectivo. Él mismo, como defensor de la cultura catalana, fue un ejemplo de esa actitud. Su trayectoria fue resaltada por el Gobierno de la Generalitat en 1991 con la Cruz de Sant Jordi, el máximo reconocimiento que concede el Gobierno catalán.

Ignasi Garcia i Clavel, ex secretario de Asuntos Religiosos de la Generalitat de Cataluña.

El abad emérito de Montserrat, Cassià Maria Just.
El abad emérito de Montserrat, Cassià Maria Just.EFE

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