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Columna
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Si no fue Victoria, será Esperanza

O sea, que Esperanza Aguirre intentará ser la candidata del PP en las elecciones del año 2012. Eso es lo que pensó Juan Urbano nada más oír lo contrario de labios de la presidenta, que además jura sobre la COPE que le encantaría formar parte del equipo de Rajoy en el congreso que su partido celebrará en junio. Claro, iría en la lista, pero ¿en qué número? ¿Por delante o por detrás de él? A fin de cuentas, todo depende del adónde se mire, que puede ser hacia la luz o al fondo del pozo. El otro día, sin ir más lejos, el propio Juan Urbano había oído en la Puerta del Sol a una oradora -o tal vez sería mejor decir oradadora- del mismo PP enfatizar que, desde que gobernaba el PSOE, en Educación íbamos "los penúltimos por la cola". Desde luego, porque si estuviéramos los penúltimos por la cabeza seríamos los segundos, lo cual ya se parece al chiste que contaba todo el mundo en Buenos Aires justo después de la reconquista y pérdida de islas Malvinas: "¿Viste? ¡Para una vez que participamos en una guerra y quedamos subcampeones!". ¿En qué lugar desea ir Aguirre y para qué? Porque estar al lado de Rajoy lo estará, pero también estaba Boabdil con su padre, Muley Hacén, y le quitó el trono de Granada.

El aquí estoy yo de Rajoy y el viva Mariano de Aguirre parecen un modo de controlar la sucesión

En cualquier caso, si la joya de Rajoy era una niña que iba a llamarse Victoria Esperanza y la victoria no ha sido, pues será la otra, ¿no? De momento, mientras se esconde en el follaje de la retórica, la aspirante empieza a empujar enemigos a la cuneta, empezando por el que más odia, que es el alcalde de Madrid.

O si no, vean.

Pregunta: ¿cree que Alberto Ruiz-Gallardón presentará su candidatura? Respuesta: "Éste es un partido democrático y cualquiera de sus 780.000 militantes puede concurrir, aunque quienquiera que tome esta decisión sabrá lo que hace". Espadas como labios, se llama un libro del poeta Vicente Aleixandre, y esto es lo mismo, sólo que al revés: labios como espadas. Y, por otra parte, si ése es el concepto que ella tiene de "democrático", estamos listos. Más bien dedocrático, puesto que a Rajoy lo puso a dedo Aznar, a Aznar, lo mismo que a Verstrynge y Hernández Mancha, lo puso a dedo Fraga... y vamos a parar la lista, que si seguimos retrocediendo acabamos en Franco.

De cualquier modo, el aquí estoy yo de Rajoy y el viva Mariano de Aguirre parecen más un modo de controlar la sucesión que de evitarla. No hay que dejar nada al azar, sino meterle una ene en el medio.

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¿Y qué dice el propio Ruiz-Gallardón? De momento, no se ha atrevido a desmarcarse de sus carceleros y sostiene que "Rajoy se presentará a la reelección como presidente del PP y como futuro candidato en las generales". Qué va a decir, aunque es obvio que el alcalde de Madrid está ante su ahora o nunca, y si no se decide a luchar por el liderazgo de los conservadores, deberá olvidarse de su sueño gubernamental.

Esto no ha hecho más que empezar, pero, de entrada, Esperanza Aguirre está feliz porque el castigo que las urnas iban a darles por prescindir de Gallardón no ha existido, más bien ha ocurrido justo lo contrario, cosa que ella debe sentir como una recompensa que le pertenece: si es mi tesoro, porque no voy a ser yo quien lo desentierre.

De momento, Esperanza Aguirre quizá deba ir de testigo, junto con Zaplana y Acebes, al juicio que Ruiz-Gallardón le ha puesto por injurias a ya saben qué locutor de radio Conferencia Episcopal que le acusa de no querer investigar el 11-M, del que dice que "le dan igual" los muertos en aquel atentado y al que llama "hijo de Satanás". ¿Le dará la razón Aguirre? ¿Defenderá a su enemigo político? Seguramente, ni lo uno ni lo otro, como de costumbre.

"Está muy claro lo que va a pasar", pensó Juan Urbano: "Que, según lo contrario de sus propias palabras, ni en los hospitales de Madrid hay listas de espera ni ella quiere ser presidenta del Gobierno ...". Y una vez pensado eso, se fue calle arriba, en dirección a la casa de su chica capicúa, cuyos ojos hacen desaparecer todo lo feo de este mundo, y mientras disfrutaba del buen tiempo preocupante de este marzo que de manera tan increíble se suma al verano, se hizo, en parte por verdadero interés y en parte nada más que por entretenerse, una última pregunta: si Esperanza se quiere mudar a La Moncloa, ¿a quién van a meter en la Puerta del Sol? Se admiten apuestas.

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