El talento escondido de las culturas africanas

Como en el fútbol, o en los negocios, también en el diseño hay gente con el olfato más firme que el pulso. En cuestión de diseño, el arquitecto italiano Giulio Cappellini (Milan, 1956) es, seguramente, el sabueso más sagaz.

Descubridor de figuras actuales como el británico Jasper Morrison, el tunecino Tom Dixon o los franceses Erwan y Ronan Bouroullec, Cappellini apenas ha ejercido como diseñador y, sin embargo, muchos de los mejores productos de hoy llevan grabado su nombre, que es también el de su empresa.

Él ha sido este año el invitado de honor de la Feria del Mueble de Estocolmo, el evento que mide la temperatura del diseño nórdico -el que popularizó Arné Jacobsen y ha globalizado Ikea-. En Suecia, Cappellini contó a EL PAÍS su secreto para husmear el talento. Se trata de buscar donde uno no debería buscar. De meter las narices en lo extraño. "Porque el talento -dijo- molesta. Cuesta reconocerlo hasta que se hace evidente".

A la pregunta de si hoy, tras veinte años de descubrimientos, sabría detectar a Tom Dixon o si podría existir un nuevo Philippe Starck, el gurú italiano desveló otra clave de sus poderes olfativos. "Hoy no busco en las culturas en las que los padres tienen mucha presencia. A la sombra de Alvar Aalto o Achille Castiglioni es muy difícil crecer. Los patriarcados sólo producen epígonos o gente dispuesta a matar al padre. Con tanta sumisión o tanto rencor no se puede crear. Y además los padres, aunque se nieguen al principio, acaban haciendo visible su paternidad".

La clave está en las culturas huérfanas de diseño. "Donde no hay modelos que seguir ni oponer es donde puede estar el talento", reveló. ¿Lo quieren dibujado en un mapa? Coloreen África. Hacia aquel continente dirige su nariz el gurú Giulio Cappellini.