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OPINIÓN
Columna
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Votar o no votar

Las declaraciones del secretario de comunicación del PP a la corresponsal en España de Financial Times sobre la estrategia de su partido para promover la abstención en las filas del electorado socialista no revelaron ningún secreto. Los observadores de la política española se hallaban al corriente de las técnicas de campaña ensayadas con éxito el año 2000 pero fracasadas cuatro años más tarde. La ministra de Educación y ex directora del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) atribuyó la derrota del PP en 2004 a la imprevista "incorporación" a las urnas de "personas que habitualmente no participan" en los comicios movidas por la "alta tensión emocional" del 11-M. Esa pretendida excepcionalidad, sin embargo, es un invento: la participación de 2004 (75,66%) estuvo por debajo de los niveles de 1977 (78,83%), 1982 (79,97%), 1993 (76,44%) y 1996 (77,38%). Tan sólo sucedió que la sectaria manipulación electoralista del atentado llevada a cabo por el presidente Aznar y el candidato Rajoy suscitó una reacción cívica y frustró los deseos del Gobierno de mantener la elevada tasa de abstención que había dado la mayoría absoluta al PP en las elecciones del año 2000.

El PP intenta desalentar la participación en las urnas de los votantes de izquierda como estrategia electoral

La estrategia puesta en marcha por los populares para alentar la abstención en el sector de votantes socialistas despectivamente llamado la izquierda exquisita descansa sobre la premisa de que el PSOE siempre llevaría las de ganar -por la estructura social y las tradiciones ideológicas- si la pugna por los votos se jugase exclusiva o fundamentalmente en el eje derecha-izquierda. Pero la introducción en la agenda electoral de asuntos litigiosos de carácter transversal -desde la corrupción de los cargos públicos y la amenaza del terrorismo hasta los sentimientos religiosos, las emociones identitarias, el temor a la inmigración y la inseguridad ciudadana- atraviesa las fronteras ideológicas y puede restar a la izquierda los votos suficientes para que la derecha logre alzarse con el triunfo.

Tras la pírrica victoria de Aznar sobre Felipe González en 1996 -por sólo 290.000 votos- gracias en buena medida a su pinza con Anguita, la mayoría absoluta lograda por el PP el año 2000 se consiguió gracias a esa nueva estrategia basada en campañas de perfil plano, agendas de carácter transversal y propaganda desmovilizadora del adversario. El trabajo de Belén Barreiro sobre la abstención de la izquierda en las elecciones del año 2000 (Instituto Juan March, 2001) analiza el factor decisivo de la mayoría absoluta de Aznar: el PSOE e IU perdieron conjuntamente casi tres millones de votos respecto a 1996.

Rajoy también ha buscado en 2008 el abstencionismo de la izquierda a través de una campaña vertebrada por la transversalidad. La eficacia de esa estrategia será juzgada cuando esta noche se abran las urnas y se vea cuál ha sido la respuesta ciudadana a una interrogante expresable con una paráfrasis del dilema hamletiano: votar o no votar, ésa es la cuestión. -

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