Tapas en Alicante

Sería necesario realizar un profundo estudio para aclarar por qué cuando bajamos al sur los bares se acrecientan con multitud de tapas que, con la brillantez que de dicho apelativo se espera, inundan las barras de unos locales que nos atraen con inclemente magnetismo. Quizás sea por la proximidad a zonas geográficas donde el aperitivo tiene carta de naturaleza, llámese Murcia o Andalucía, o tal vez porque la marea humana que hizo de Alicante residencia fija de aquellos que desde zonas menos poderosas en lo económico se instalaron allí; o podríamos pensar que las plazas como esta, con mayor turismo interior que sus vecinas, se vieron impulsadas a ofrecer a sus visitantes, acostumbrados al placer de la tapa y el chateo, los elementos propios de sus culturas. El caso es que Alicante y su provincia sorprenden, hoy, con una gastronomía de pequeños bocados que entusiasma.

Los ejemplos para describir lo que comentamos son multitud, pero de entre ellos entresacamos ahora tres, que por su calidad son merecedores de ello: la Taberna del Gourmet, Nou Manolin y La Sirena. Datando de épocas bien diferentes, sus barras gozan de todas las virtudes que cabe esperar: vistosidad, colorido, limpieza, y un producto que se muestra y que se nos lleva los ojos tras sus pretendidos sabores. Las humildes verduras que con simplísimos tratamientos se convierten en golosina -admírese el tomate raf con anchoas y poderoso aceite de oliva en La Taberna-, la casquería inmortal en todo bar que se precie de su condición, como los pequeños riñones del Nou Manolín con una punta de calor y que se nos someten sin el mínimo tufo, o los pescados, y valga como ejemplo el atún de La Sirena, nos hacen olvidar por momentos la llamada gran cocina.