"Mi generación no tiene mitos ni héroes"
Eva Díaz Pérez (Sevilla, 1971) ha quedado finalista del legendario Premio Nadal en su edición de 2008 con su novela El Club de la Memoria, que ha publicado Destino. Díaz Pérez, que trabaja como periodista en El Mundo en Sevilla, es autora también de las novelas Memoria de cenizas (2005) e Hijos del Mediodía (2006).
Pregunta. ¿Qué le ha supuesto ser finalista de un premio tan lleno de historia y prestigio como el Nadal?
Respuesta. Todavía hay veces que tengo que reflexionar y creérmelo. El Premio Nadal es el Premio. En la nómina de ganadores y finalistas están las grandes firmas de la literatura española contemporánea, personas que son ya clásicos contemporáneos. Da un poco de vértigo. El Nadal premia una obra concreta y no la proyección mediática o la carrera de un autor. En el Nadal no se mira quién eres, sino qué has escrito.
P. ¿Qué le llevó a escribir El Club de la Memoria?
R. Con el tiempo me he dado cuenta de que esta novela cierra una especie de trilogía sobre la memoria y determinados episodios poco conocidos de la historia de España. Memoria de cenizas tenía como tema el erasmismo. Hijos del Mediodía se centraba en los letraheridos de las vanguardias de esa España de los años veinte que luego desapareció con la Guerra Civil. Y el tema de El Club de la Memoria es el exilio. Tenía mucha curiosidad por un episodio de la historia de España que creo que no se conoce. El exilio ha dado un legado intelectual y biográfico abrumador. Me parece injusto que estos personajes estén en el olvido y que ese legado no se haya incorporado a la historia de la literatura y de la cultura. Sí es verdad que se conocen a los primeros espadas del exilio, como Rafael Alberti, Luis Cernuda o María Zambrano. Pero hay una gran cantidad de personajes que son el aire de una época y que son absolutamente desconocidos.
P. En su novela hay un claro homenaje a las Misiones Pedagógicas. ¿Qué supuso esta iniciativa en la historia de la cultura española?
R. Fue un intento de revolución silenciosa, un intento de cambiar un país anclado en muchas cosas en el siglo XIX, sobre todo en la España rural. Salvar a la gente por la cultura y la educación, además de revolucionario, me parece hermosísimo. Las Misiones Pedagógicas se han estudiado en la Universidad. Pero es un tema que ha llegado poco a la gente. Quería que una historia que hablaba del exilio y de la amistad arrancara en esa época. La guerra lanza al otro lado del mundo a unos jóvenes idealistas y felices. Esa idea de la felicidad de la juventud estaba muy acorde con el espíritu de las Misiones Pedagógicas.
P. Una fotografía despierta el interés de un personaje de la novela, una joven restauradora de antiguos documentales. Las viejas fotografías están repletas de desconocidos que parecen pedir que alguien cuente su verdad.
R. Siempre he contemplado las fotografías como ese tiempo congelado, de pregunta que nos hace el pasado, de última llamada para el recuerdo y el no olvido. Es como la conexión que tenemos con el pasado. También es importante lo que significa esa fotografía de felicidad que se rompe.
P. La Guerra Civil cambió la vida a todos esos jóvenes que salen en la fotografía.
R. Fue absolutamente aniquiladora. Las guerras me atraen mucho literariamente por lo que suponen de cambiar a las personas. Tienes un proyecto de vida y hay algo que lo rompe. Esos jóvenes acaban de salir de los felices años veinte, donde todo era posible, y llega la guerra, el horror, el infierno... Y todos terminan con una vida que no podían haber imaginado en el otro lado del mundo, en México.
P. La historia obligó a estos jóvenes a ser fieles a su causa o a traicionarla.
R. Esta novela es muy de mi generación. Mi generación no tiene mitos ni héroes. No nos vale el blanco ni el negro. Hay matices. Lo importante es no traicionarte a ti mismo. Me interesan los personajes que tienen dudas porque en la duda está la reflexión y el cuestionamiento. Me parece muy simple la gente que no duda.
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