¿Qué harán los votantes moderados del PP?
Independientemente del concepto de democracia que cada uno de nosotros defienda, es evidente que la misma no existiría sin mecanismos de rendición de cuentas (accountability). Los políticos rinden cuentas por las acciones u omisiones que realizan en el desempeño de sus cargos, lo que equivale a decir que los ciudadanos los premian o los castigan en función de cómo valoren su trayectoria.
En democracia existen muchos mecanismos para exigir responsabilidad a los actores políticos, pero está claro que el más efectivo de todos es el voto. Si el partido que está en el poder merece una recompensa para el ciudadano, entonces le votará. Si por el contrario merece, también desde su punto de vista, un castigo, entonces podrá hacer alguna de las siguientes cosas: votar a otras opciones políticas, votar en blanco o no votar. La acumulación de todas estas opciones es lo que hace que los partidos en el Gobierno caigan y sean repuestos por otros.
En democracia también pueden pedírsele cuentas a la oposición
Aunque lo habitual suele ser pensar en el partido que está en el Gobierno cuando hablamos de responsabilidad política, no hay en realidad ningún problema en plantear la cuestión de la rendición de cuentas por parte de los partidos que están en la oposición. Cuando votan, los ciudadanos no solamente expresan su opinión en relación con la trayectoria del que está en el Gobierno, sino que también pueden hacerlo en relación con los que están en la oposición. Si les gusta alguno de los partidos que están en la oposición, le votarán; pero si no les gusta, pueden hacer exactamente lo mismo que apuntaba más arriba: votar a otras opciones políticas, votar en blanco o quedarse en casa el día de las elecciones.
Aunque parezca mentira, la rendición de cuentas de los partidos que están en la oposición es un mecanismo sumamente efectivo para que se regeneren y, en el futuro, puedan llegar a gobernar. Un ejemplo relativamente cercano lo tenemos en las elecciones del año 2000. En ese momento, el PSOE estaba en la oposición, y como sabemos, el PP ganó las elecciones por mayoría absoluta. Evidentemente, se produjo una importante movilización por parte de sectores tradicionales de la derecha española. Pero sobre todo lo que ocurrió fue que algunos votantes tradicionales del PSOE votaron por el PP, otros se abstuvieron y, fundamentalmente, muchos de ellos no fueron a votar por su partido de toda la vida.
El varapalo recibido por los socialistas en el año 2000 fue tal que su entonces secretario general presentó de forma inmediata su dimisión. A continuación se lanzó un proceso de renovación del partido que culminó con la elección de un nuevo líder, José Luis Rodríguez Zapatero, que consiguió, solamente cuatro años después, alzarse con la victoria y desbancar a un muy seguro de sí mismo Partido Popular.
Lo que esta historia muestra es que los ciudadanos, y entre ellos, los votantes tradicionales de un determinado partido político, tienen una oportunidad de oro en unas elecciones generales para hablarle a su favorito e indicarle, de manera clara, que debe cambiar de rumbo, incluso cuando está en la oposición. El problema es que a menudo se piensa que sólo los votantes de izquierda hacen estas cosas. De ahí que se diga que la derecha "funciona como un ejército" a la hora de acudir a las urnas, mientras que la izquierda "es más crítica y rebelde".
Sin embargo, el hecho de que ello haya sido así, sobre todo en el pasado más reciente, no significa que tenga que ser así de forma inexorable. No existe, pues, una ley de hierro que diga que solamente los votantes de izquierda son más exigentes a la hora de pedir cuentas a los partidos políticos a los que habitualmente votan. De hecho, podría ocurrir que en estas elecciones, las del próximo domingo, algunos de los votantes habituales del PP quisieran con su voto exigirle cuentas a su partido político de toda la vida. Desde luego no los encontraremos en las filas de lo que se ha venido a denominar la "derecha extrema". Pero todos sabemos que al PP también le vota gente que se autodefine de centro derecha e incluso hasta gente que se considera de centro. Sabemos, además, que este grupo de votantes moderados constituye una parte nada despreciable del cuerpo electoral habitual del Partido Popular.
Pues bien, es posible que dentro de este sector haya mucha gente enfadada con el hecho de que políticos que se consideran más moderados, como Ruiz-Gallardón, Rato o Piqué, no vayan en las listas del Partido Popular. Es posible también que haya gente molesta con la estrategia de crispación que este partido ha desarrollado a lo largo de toda esta legislatura. Es muy posible, además, que haya gente disgustada con los actuales líderes de este partido político, y que quiera que vengan otros. Es posible, en definitiva, que haya muchas más personas en el PP de las que pensamos que se estén planteando qué podrían hacer para que todo esto cambiara.
Lo cierto es que estas personas quizá no sean completamente conscientes de que el 9 de marzo tienen una muy buena oportunidad para que este partido modifique su rumbo actual. España les estaría muy agradecida por el servicio prestado, porque este país está pidiendo a gritos otro tipo de derecha.
Antonio Estella es profesor de Derecho Administrativo de la Universidad Carlos III de Madrid.
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