Marsella quiere votar cambio
Las encuestas prevén una derrota del actual alcalde conservador en la segunda ciudad francesa
Marsella, formalmente la segunda ciudad de Francia y la más mestiza, puerto de entrada de la inmigración africana, sufre un lento proceso de decadencia, tan suave e imperceptible que muchos de sus habitantes proclaman incluso que la vieja colonia fenicia se recupera.
El actual alcalde, el conservador Jean-Claude Gaudin, de 68 años, exhibe mejoras. Cuando llegó al Ayuntamiento en 1995 el paro superaba el 20% y la ciudad perdía habitantes cada año. Todavía hay un 12% de desempleo, muy superior a la media francesa, pero el balance demográfico vuelve a ser positivo. Gaudin ha lavado la cara del centro de la ciudad y rehabilitado algunos de los ejes más emblemáticos del puerto viejo, La Canebière, provocando, de paso, una subida vertiginosa del mercado inmobiliario que ha echado a la clase media del barrio.
Le Pen intenta vengarse de Sarkozy aunque no tenga casi posibilidades
En pura lógica, Gaudin, que se presenta bajo las siglas de la gubernamental Unión por un Movimiento Popular (UMP), debería mantenerse en su puesto. Marsella fue de izquierdas hasta que murió, en 1986, el socialista Gaston Deferre. Pero la derecha se hizo pronto con la ciudad. En las pasadas elecciones presidenciales un 56% de los marselleses votó por Nicolas Sarkozy. El gobierno local no preveía tener que encontrarse a la defensiva: todas las encuestas apuntan a que el alcalde Gaudin será batido por el aspirante socialista Jean-Noël Guérini, de 57 años, presidente del Consejo de la región de Bouches-du-Rhône, que representa tanto los logros -por la modernización del transporte público- como el cambio.
Y cuenta con una ventaja añadida. Hace una semana, a un militante socialista se le ocurrió la brillante idea de empapelar su barrio con un cartel de las pasadas legislativas en el que Gaudin se mostraba orgulloso junto a Sarkozy. Amparados en las sombras de la noche, los militantes locales de la UMP corrieron a arrancarlos.
"Somos prisioneros de un voto de castigo", asegura Claude Bertrand, director de gabinete del alcalde de Marsella, "sobre el terreno, no sentimos un gran rechazo, pero tenemos un lastre de dos o tres puntos por el efecto Sarkozy, que marcan la diferencia". Guérini tiene fama de trabajador infatigable, pero nunca ha sido un político capaz de generar entusiasmo. Los marselleses le echaban en cara su escaso carisma y su pobreza dialéctica frente a un auditorio. Todo ha cambiado. En una campaña muy bien orquestada, que arrancó desde muy atrás, ha denunciado el modelo "clientelista" de su adversario como el gran obstáculo para el despegue de la segunda ciudad de Francia.
En cierta manera, Marsella sueña con el éxito de la cercana Barcelona, una ciudad a la que tradicionalmente superaba, pero que desde hace ya un buen tiempo, prácticamente desde el despegue olímpico de 1992, se le ha escapado. El alcalde pretende conseguir la capitalidad europea de la cultura en un futuro próximo, poco para el revulsivo que hace falta.
El tema central de la campaña de Guérini es la suciedad. La dura huelga de los servicios de recogida de basuras, que se alargó durante meses hace dos años, ha dejado un poso que no acaba de desaparecer. Se diría incluso que, en parte, es una losa psicológica que los habitantes no se sacan de encima. Samia Ghali, la futura adjunta a la alcaldía si se imponen los socialistas, ironiza sobre el problema. "Sí, ahora han contratado a un montón de eventuales para que limpien durante la campaña, y han llenado la ciudad con carteles pidiendo colaboración a los ciudadanos, pero cuando pasen las elecciones los despedirán a todos. Los ciudadanos saben que éste es uno de los grandes problemas de la ciudad".
En puros términos electorales, sin embargo, el problema de Gaudin es otro: se llama Jean-Marie Le Pen. El sistema mayoritario a dos vueltas establece un techo mínimo del 10% para pasar a la segunda vuelta lo que permite que, si no hay acuerdos entre los partidos, puedan llegar tres candidatos a la segunda vuelta. El líder del Frente Nacional (FN) busca venganza. No tiene posibilidades de ganar en casi ningún sitio, entre otras cosas porque su mal resultado en las presidenciales y en las legislativas le ha dejado sin dinero, pero aún es capaz de hacerle daño a los conservadores en el poder.
Al menos en Marsella. Le Pen acudió a la ciudad el pasado viernes para apoyar a su candidato a la alcaldía, el joven Stéphane Ravier. Insistió en sus temas favoritos: inmigración e inseguridad, y recriminó al alcalde que en la pasada campaña dijera que no cabía ni un parlamentario del FN en la Asamblea Nacional. Pero el candidato de Le Pen podría superar el 10% en Marsella. Si consiguen llegar a la segunda vuelta, la derrota del actual alcalde en las municipales está garantizada.
La ciudad en cifras
- Inmigración. La población de la ciudad de Marsella asciende a 820.900 habitantes y se calcula que un 21% de ellos han nacido fuera del país.
- Desempleo. La tasa de desempleo ronda el 12% (la media francesa es del 8%), pero llega al 40% en los barrios más pobres.
- Vivienda. El precio medio del metro cuadrado para comprar un apartamento es de 2.978 euros.
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