Canarias y 'el error Elorriaga'
Ese Elorriaga al que ZP llama Escudero nació en Tenerife a comienzos de los s etenta, cuando su padre era gobernador. Tiene una curiosa historia aquel Elorriaga, pues se convirtió en el único poncio del franquismo que contribuyó a romper con la abstención obligatoria en la dictadura. Fue enviado a Tenerife a destituir a un presidente del Cabildo muy popular, José Miguel Galván Bello, que años después sería un bastión de Coalición Canaria. Elorriaga padre cumplió la decisión del Gobierno, echó a Galván, pero la gente por poco lo lincha. Las manifestaciones fueron numerosas y nutridas; por primera vez en aquella época oprobiosa, la calle fue de la gente, y Elorriaga fue el artífice involuntario. Levantó cabeza cuando vino Gonzalo Fernández de la Mora a sacarle del ostracismo, como ministro de Obras Públicas y artífice del crepúsculo de las ideologías, pero siguieron persiguiendo al gobernador con gritos que aún le deben resonar al padre de este Elorriaga. "¡Galván, Galván!".
Aquel Elorriaga soliviantó a las masas, pero reprimió también, le tocaba: fue el gobernador que encarceló, entre otros, a Julio Pérez, socialista que entonces andaba en las revueltas universitarias. Julio sería luego gobernador civil ¡de Tenerife!, y ahora funge como secretario de Estado de Justicia. Cuando escuché que el Elorriaga actual llevaba al oído de una periodista del Financial Times su manifiesto por la abstención, me acordé de esos episodios concatenados. Claro, en el mitin de Las Palmas, ZP usó toda la artillería que pudo para subrayar el error Elorriaga. "La abstención", dijo mirando a la cámara -ése era el momento en que le enfocaban para los informativos-, "es el voto más triste, y éste es un país alegre". Luego pasó a otras cosas. Generalmente los mítines los hacen los líderes con los fallos del adversario.
ZP estaba exultante con la ristra de fe de errores: Cañete, Pizarro, la niña de Rajoy, Ana Mato y su frase sobre los niños andaluces... Y ahora, el error Elorriaga. López Aguilar y Saavedra se ocuparon del flanco José Manuel Soria. El presidente de los populares canarios, ahora vicepresidente autonómico, mezcló la inseguridad con la violación y asesinatos supuestos de unos niños secuestrados. ¡La que se ha armado aquí! "Soria se exhibe como un autómata sin alma que ha perdido la brújula y el rumbo, y se pone en guardia dispuesto a proseguir la campaña a machetazos", escribió en La Provincia la periodista Teresa Cárdenes. Cuando López Aguilar evocó el caso, el público del mitin se desbordó. Quizá Soria tocó una tecla que supura más sangre que la que él supone. Y claro, fue su error, el error Soria, que se sumó en 48 horas al error Elorriaga que, miren por dónde, algo tenía que ver con las islas Canarias.
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