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Reportaje:

Los rebeldes ilustres del 68

Touriño y Areces visitan la muestra de Santiago sobre las protestas

Se trataba, sin duda, de campo abonado para batallitas. Dos presidentes autonómicos visitaban la exposición sobre el 68 en la universidad gallega y se veían retratados, hace 40 años, en plan cabecilla de las primeras revueltas estudiantiles. "¿Qué, Tuco, cuántas veces probaste esto?", preguntaba Emilio Pérez Touriño al diputado socialista Francico Cerviño mientras señalaba la porra de un uniforme policial color gris. "Había para todos, Emilio, había para todos", contestó un veterano militante de Comisiones Obreras.

Las dependencias de Fonseca, en Santiago de Compostela, acogieron la visita del titular de la Xunta y de Vicente Álvarez Areces, su homólogo asturiano y en 1968 cantautor integrado en Voces Ceibes. Más allá de la retórica habitual sobre la época, el cambio de costumbres, los inicios de la Transición o el rock y el marxismo, la muestra permite observar de cerca materiales de propaganda, elepés de George Brassens, una vietnamita, fotografías de época e incluso poemas militantes inéditos, manuscritos y en castellano, de un Xosé María Álvarez Cáccamo con apenas 17 años. Y también el viaje que lleva del contrapoder, y de una tímida contracultura -la Galicia franquista no daba para mucho más que un póster de Elvis Presley cuando Elvis ya no era rebelde-, al poder institucional: ayer paseaban la estancia, y recordaban viejos tiempos junto a Areces y Touriño, el alcalde de la ciudad, el rector o la conselleira de Educación.

"Había porra para todos", dijo un viejo militante ante un uniforme de 'gris'
El presidente habló de las "tres c" del 68: crítica, compromiso y creatividad

Pero como Do Gaudeamus igitur ao Venceremos nós empieza en los años previos al marzo compostelano del 68, lo hace con una representación del ambiente dominante. La omnipresencia de la moral nacional católica y un confesionario reciben al espectador en Fonseca. Pérez Touriño, que antes de erigirse en dirigente comunista lo fue de las Juventudes Obreras Católicas, comentó, apuntando hacia el mueble eclesiástico: "No, si el confesionario lo visitamos todos".

Ricardo Gurriarán comisarió, por encargo de la Fundación 10 de marzo, la muestra subtitulada As mobilizacións estudantís do 68 en Compostela. Para la inauguración, el pasado jueves, habían colgado en el exterior de Fonseca una pancarta que recordaba las de las luchas sesenteras. "Se quedan con nuestro dinero", rezaba. Pero desde la universidad de Santiago, que gestiona el espacio, les pareció prudente retirarla ante la visita de los mandatarios autonómicos. Y aunque Gurriarán puntualizaba, en su oficio de guía para Touriño y Areces, acerca de "la autenticidad de todos los objetos expuestos", se refería, sobre todo, a la reproducción de un cuarto estudiantil de época, con su correspondiente retrato del Che Guevara. "Darwin y Elvis Presley, esa heterogeneidad", se explicaba, delante de una cama cubierta con ejemplares de Triunfo y Cuadernos para el diálogo.

La visita de los ilustres sesentayochistas terminó con intervenciones casi nostálgicas ante una pintada que reclamaba la dimisión del decano de Ciencias, Ocón, en aquel movido 1968. "Me siento una persona más de las que participamos en las movilizaciones", aseguro Vicente Álvarez Areces, "los que ayudamos a construir la España de hoy". Areces remarcó la "dinámica propia" del 68 gallego, que se adelantó dos meses al francés y alcanzó "a casi todos los sectores de la sociedad, incluidos los emigrantes".

El presidente de la Xunta cerró el acto con un breve discurso, en castellano y gallego a partes iguales, en el que estableció "las tres ces" de su generación: la crítica, el compromiso y la creatividad. Touriño agradeció al comisario Gurriarán la posibilidad de reencontrar con sus propias vidas y relacionó aquel 68, en el que recién ingresaba a la universidad, con "la Galicia abierta y plural que fue y que será". Quiso terminar con un homenaje al catedrático José Antonio González Casanova, allí presente, pero un cortocircuito en la memoria le cruzó el nombre de Pablo, con idénticos apellidos, "un autor marxista al que leímos mucho".

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