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EL ESPECTADOR PERPLEJO | ELECCIONES 2008 | Los mítines
Columna
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Corín Tellado y un cura obrero del 60

Juan Cruz

Cuando se oye hablar de "la falta de contundencia" con que Zapatero le respondió a Rajoy en partes del ahora famoso debate me acuerdo de una mañana de febrero de 2004, cuando alguien le enseñó al candidato ZP el recorte de un artículo de un columnista muy desfavorable. En el texto se presentaba a Zapatero siendo desvestido y luego sodomizado por Maragall y por Carod, que entonces eran las bestias negras de aquella campaña, hasta que irrumpió la bestia propiamente negra. La columna había salido un viernes y Zapatero la leía un sábado; cuando la acabó de leer situó el recorte lejos de él como si lo quisiera borrar de su memoria. Y no dijo nada.

En esta ocasión, cuando Rajoy le dijo que había agredido a las víctimas de ETA, Zapatero repitió varias veces que eso no era cierto. Ahora se sabe, o se intuye, que no reaccionó más porque calculó los tiempos e imaginó las consecuencias de una sobreexcitación. Pasaron a otra cosa, pero la gente no habla de otra cosa que de eso y de la niña de Rajoy. Pero, ¿qué les pasa, por qué se llevan tan mal, no fueron colegas de la calle en León? En primer lugar, lo último: no fueron colegas de la calle, sus padres tuvieron trabajos parecidos y contemporáneos, pero ellos se llevan cinco años, y como me decía ayer Berrueta (¡que no Berruete!), el compañero de pupitre de Rajoy, esa es una diferencia difícil de salvar en la adolescencia. Así que no fueron amigos; pero cuando coincidieron en el Parlamento amortiguaron la distancia, hasta que un día el Prestige los dividió del todo como un parteaguas. En uno de los debates sobre el barco hundido, Zapatero arremetía contra él desde los bancos de la oposición, y Rajoy aguantaba a pie firme. Alguien habrá advertido entonces que Zapatero recibía mientras duraba la refriega un papelito blanco; le aconsejaban que le dijera a Rajoy algo así como esto: "Conste que no ataco su intención ni su moralidad sino que cuestiono su competencia política". Obediente, Zapatero lo dijo, y Rajoy explicó desde la altura de su cargo gubernamental algo así como: "Pues yo a usted sí le cuestiono moralmente".

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Como diría Vargas Llosa, en ese momento se jodió el Perú. Nunca jugaron juntos, van a jugar ahora. Los guiñoles y Llamazares les caricaturizaron meando juntos, pero ni eso, no hay caso. De la bronca no les salvaron, al final, ni esos dos parlamentos leídos, uno sobre esa niña que a Rajoy le trajeron de México y el otro sobre ese futuro Obama que dibujó ZP. Por cierto, un escritor que los conoce bien me dijo ayer, almorzando, la comparación que le merecieron ambos parlamentos: "Rajoy parecía Corín Tellado y Zapatero me recordó a un cura obrero de los años 60".

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