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Columna
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Confusos

Vivimos en tiempos inquietos de confusión política. Estamos en plena época de celo electoral. Atacados por doquier por densas y seguidas andanadas de bravatas y propuestas emitidas por quienes apenas vislumbran la realidad que se atisba, al margen de la pugna por la conquista del poder.

¿Qué podríamos decir de un país donde es posible que una Administración municipal, como la de Alzira, pretenda instar la ocupación de terrenos a sus propietarios, cuando hace más de un año que ha invadido la propiedad privada para situar en ella colectores, viales y rotondas? Estamos en tiempos donde construir aeropuertos es atractivo en Castellón, en Alzira-Massalavés o en Oliva. La pasión por un deporte tan escasamente mediterráneo como es el golf ha dejado paso al ejercicio de aterrizar y despegar, que tensa los músculos abdominales.

¿Qué diríamos de una gran metrópoli, como pretende ser Valencia, que acaba de fraguar un acuerdo histórico para construir la futura estación del Norte, que curiosamente está ubicada al sur, y se dispone a recibir el tren de máxima velocidad en 2010, cuando a escasos cincuenta metros de la playa de vías tiene taponada una calle que se abrió en tiempos del alcalde Pérez Casado y que permanece tal como él la dejó y que se llama Pasaje de Ventura Feliu? Pensábamos, en buena lógica, que las grandes urbes se distinguen por sus enormes contradicciones. La visión moderna, junto al punto negro de la ciudad, con más de veinte años de tinieblas y un caudal notable de tráfico, que se estrangula en un punto estratégico de la ciudad. ¿Qué opinamos de los planes generales urbanos de poblaciones costeras, como Dénia o Xàbia, que hablan de crecimiento cero por no callar? Admiren quienes gusten las tremendas moles de las torres del Castillo o del Puerto -en Xàbia- alineadas con una insólita muralla de hormigón y terrazas que cierra el flanco de poniente a la eventualidad de que el territorio respire y se conecte con el interior.

Desde hace tiempo algunos valencianos están atentos a cuanto ocurre a su alrededor, por si fuera posible encontrar el antídoto a determinados males que dejan secuela y terminan siendo irreversibles. Por encima de todo está la eterna causa de la libertad. Grato concepto del que solo cabe hacer una interpretación. No hay libertades, porque es solo una y no admite alternativas ni versiones. Milton decía que deberíamos actuar por las conocidas normas de la vieja libertad. La libertad se tiene y se respeta o se patea y se niega. Y la libertad es un derecho inalienable a disfrutar el territorio que habitamos, tal como se encontraba en su estado natural, para la satisfacción de los humanos.

Nadie como los valencianos se preocupa por su esencia, sus orígenes o los de su espacio geopolítico (Nosaltres els Valencians, de Joan Fuster, De Impura Natione, de Mollà y Mira, País Perplex, de Marqués y País complejo, de Romero y Azagra) porque su situación en el contexto ibérico, mediterráneo y europeo ofrece un cúmulo de oportunidades que casi nadie es capaz de valorar.

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