Regocijo del simple simpatizante
Los militantes y, sobre todo, los simpatizantes del PSOE en Valencia están completamente hartos del aplastante dominio que ejerce el PP, en la ciudad y en la Comunidad. La victoria en las últimas autonómicas fue excesiva, anormal, provocada probablemente por el deterioro de la estructura del Partido Socialista en Valencia, una auténtica jaula de grillos, y por su falta de liderazgo (la dirección está en manos de una simple gestora). Los sufridos militantes y votantes socialistas necesitaban urgentemente recuperar la autoestima y es muy probable que esta campaña les dé la oportunidad, pase lo que pase el día 9. El hecho de que encabece la candidatura por Valencia la vicepresidenta Fernández de la Vega, el miembro mejor valorado del Gobierno, y, sobre todo, el hecho de que esté acostumbrada a mandar, y mucho, está teniendo una influencia importante. Tras unas primeras escaramuzas y sorpresas, la vicepresidenta ha obligado a todo el mundo a ponerse a trabajar, con gran regocijo de los simpatizantes y simples militantes de base. El primer resultado ha sido el mitin de ayer, en el que lo más importante no era el lleno, sino la disciplina y eficacia de la organización y la autoestima que ha insuflado en los estoicos votantes socialistas.
Por lo demás, Valencia bien vale el esfuerzo. Allí esta en baile nada menos que uno de esos difíciles escaños que pueden valer doble para el PSOE. Si lo gana, puede empatar 8/8 con el PP, pero si lo pierde la relación sería 9/7, peor que la actual. La pelea está en el electorado de Izquierda Unida, cuya dirección se las ha arreglado para suicidarse, dándose garrotazos unos a otros. Ahora se trata de saber qué harán los electores que hace cuatro años les dieron un escaño. El PSOE tiene que convencerles de que ya lo tienen todo perdido y de que no merece la pena desperdiciar esas papeletas. En mis manos, les promete Fernández de la Vega, se convertirán en el soñado empate con el PP y en una inyección de cafeína en vena para la izquierda valenciana en su conjunto. El problema es que Gaspar Llamazares, por muy incómodo que esté con quienes dominan su organización valenciana, necesita dramáticamente ese escaño: si pasa de los 5 actuales a solo 4 perderá también el derecho a tener grupo propio en el Congreso de los Diputados y hablará dos minutos en el Mixto. Nada puede ser peor.
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