Memorias de África
Ya en las postrimerías de su presidencia, George Bush ha descubierto el secreto del éxito: África.
No hablo sólo del continente, sino del sentimiento de evasión y lejanía que ese territorio evoca. De allí no llegan noticias, sólo llegan memorias remotas dulcificadas por el tiempo y la ignorancia. Estar en África es como no estar, es como haber regresado al pasado o haberse hundido en el pozo del olvido. Bush ha recorrido África apenas durante una semana. Pero parece que llevara allí meses.
Desde que empezó la campaña para elegir a su sucesor, Bush ha quedado fuera del foco. Cuando, de vez en cuando, aparece en la televisión, uno se pregunta: "¿Quién era este hombre?". No firma leyes, no hace ruedas de prensa, no entra en polémicas ni en guerras. Como cualquier jubilado con dinero, de vez en cuando te recuerda que está vivo con una postal desde un safari.
Paradójicamente, éste ha sido el tiempo en el que mejor le ha ido. Es cierto que la economía no marcha del todo bien, pero ése es un terreno en el que el presidente poco puede hacer. Por lo demás, el balance de este periodo de inactividad es excelente: sus tropas en Irak mejoran posiciones, los políticos iraquíes despiertan de su letargo, Kosovo consigue su independencia, en Pakistán ganan los que tienen que ganar, Chávez pierde terreno y dimite Fidel Castro, otro que no ha podido tolerar el desinterés del mundo. ¡Lo que no consiguió medio siglo de embargo lo ha conseguido Bush sin hacer nada! Sus estrategas le han recomendado que ésa es la mejor receta también para conseguir la paz en Oriente Próximo: quedarse quietos y callados.
No hacer nada le ha resultado rentable en todos los terrenos. Hace tiempo que nadie de su entorno dimite. Nadie se manifiesta contra él en ningún sitio, nadie se mete con él en la prensa y no se conocen acciones judiciales en marcha. Suena de vez en cuando algún eco de Guantánamo, pero es silenciado inmediatamente por el estruendo de Obama, McCain y Clinton. Hasta su índice de popularidad ha mejorado ligeramente.
El inconveniente es que el precio a pagar debe ser el silencio; más aún, la inactividad. Más aún, la desaparición. Ellen DeGeneres lo buscó esta semana para felicitarle por su santo -se celebraba el Día de los Presidentes- y no lo encontró.
¡Cómo lo iba a encontrar! Estaba en África. -
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