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Columna
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El fútbol mejora a la política

Si el Barça es más que un club debe atribuirse a que el fútbol es más que fútbol. Tal obviedad forma parte del corazón aficionado y no requiere ninguna explicación. Si el fútbol terminara en el espacio del campo y en los 90 minutos del encuentro no pasaría de ser más que una distracción. Se trata, por el contrario, de una pasión que justificadamente se alista junto a las grandes pasiones y, si se husmea en ella, acogiendo incluso a dos o tres.

Cuando la vida pública desfallece hoy, desacreditada, corrupta y aburrida, la militancia futbolística sostiene el ansia de vida colectiva y participación. El deporte que apenas fue nada en el siglo XIX, se hizo seña nacionalista a principios del siglo XX y ha venido a erigirse, acabada la misa, consumida la política y cancelada la revolución, en el más ferviente acontecimiento de masas, droga dura o síntesis de las viejas drogas, utópicas o no, que movilizaban a la población. Ni la música logra efectos parecidos puesto que el fútbol no es sólo una potente reunión circunstancial, sino una convivencia esencial y sin pausas.

En todos los países donde el fútbol importa mucho, la población ha hallado el modo de juntarse traspasando las clases, los sexos y cualquier adscripción mayor. La hinchada es capaz de engullir las particularidades y generar una conciencia que impulsa a la compañía, la ilusión, la esperanza o la recompensa para todos a la vez.

You'll never walk alone (Nunca caminarás solo) es el título del himno del Liverpool que también entonaron los seguidores del Celtic en su partido contra el Barça del miércoles. El conmovedor bloque en que fraguan decenas de miles de espectadores al compás de esta canción supera a casi cualquier himno de la patria, porque mientras las naciones se hacen y deshacen ya fácilmente, se difuminan o se apelotonan, el equipo se perfila con una nitidez simbólica que proporciona una identidad tan oportuna como real. Nunca obtiene mayor carácter una formación que mediante la confrontación. Y si los himnos nacionales estremecen, sobre todo en plena guerra, los himnos del club se vigorizan en los grandes choques.

Ganar o perder en colectividad, verse triunfante o derrotado como grupo, constituye la base de su apego. You'll never walk alone procede de un musical que se estrenó en Broadway en 1945. Se interpretaba tras la muerte de un líder -Billy Bigelow- para dar ánimos a su esposa embarazada, y se repetía al fin de la función en la emocionante ceremonia de la graduación de Louise, hija del líder y de Julie Jordan.

Su letra dice así: "Cuando camines atravesando una tormenta / mantén bien alta la cabeza / y no te preocupes por la oscuridad. / Al final de la tormenta / hay un cielo dorado / y el dulce y plateado canto de una alondra. / Camina a través del viento, camina a través de la lluvia. / Aunque tus sueños se vean sacudidos y golpeados / sigue caminando. Sigue caminando con esperanza en el corazón / y jamás caminarás solo. / Nunca caminarás solo. / Sigue caminando, sigue caminando con esperanza en el corazón / y jamás caminarás solo".

Ciertamente, la canción logró su mayor popularidad tras la Segunda Guerra Mundial cuando muchos de los asistentes al musical tenían entonces maridos, novios o hermanos combatiendo al otro lado del Atlántico. La interpretaron después Frank Sinatra y Elvis Presley, entre otros, y en Inglaterra, la versión más famosa, número uno en los hits de 1963, fue la del grupo de Liverpool Gerry & the Pacemakers. El Liverpool la adoptó pronto como himno y su estribillo figura como lema en su escudo. El amor y la guerra, el duelo y la gloria, la frustración y la esperanza, oscilan desde la vida al fútbol y del fútbol a la vida. ¿Se puede permanecer todavía al margen de esta afición?

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