Llega mayo con sus flores
Durante un tiempo fui un "afrancesado de mierda" (eso me llamó una vez un antiguo estalinista que me pilló leyendo a Proust), de manera que en mayo me lo voy a pasar de miedo. Primero está lo que los antiguos camaradas de Pío Moa consideran primer ejemplo de guerra patria contra el imperialismo, y cuya celebración está apoyada por doña Esperanza y la Fundación Dos de Mayo, Nación y Libertad. Su consejo asesor está presidido por don Miguel Ángel Cortés, y al frente del equipo directivo se encuentra el historiador don Fernando García de Cortázar, que no me pega que sea el discípulo favorito de Eric Hobsbawm. Recuerdo que la señora Aguirre expresó en su momento su deseo de que las celebraciones del bicentenario se convirtieran "en una oportunidad histórica para reforzar el sentimiento de que España es una gran nación", lo que muchos ya sabemos. Sobre lo que los británicos conocen como The Peninsular War rescato, para quien desee una buena divulgación, La guerra de la Independencia, de Artola (Espasa Calpe), además, desde luego, del título homónimo de Charles Esdaile (Crítica). Pero Mayo trae otras flores: se conmemora el cuadragésimo aniversario de lo que los neocon consideran el origen del Gehenna de perdición en que hemos estado sumidos hasta que llegó Bush y las cosas regresaron a un cauce que hubiera satisfecho a Joseph de Maistre (il faut absolument tuer l'esprit du XVIII siècle, decía) y a una parentela que llega hasta quien se hizo foto en Azores. Los editores franceses conmemoran el aniversario con un montón de novedades (incluyendo cómics) en las que se analiza la última gran sacudida revolucionaria europea. Para quien quiera recordar todo lo que sucedió aquel año sigue siendo útil la crónica 1968, el año que conmocionó al mundo, de Mark Kurlansky (Destino). También, por cierto, está a punto de cumplir 40 años la colección Visor Poesía, fundada por Jesús y Miguel García Sánchez. En un país en el que sólo el 1,3% de los lectores de "literatura" lee poesía, construir una serie de más de 650 títulos en la que está representado, con mayor o menor fortuna, lo más granado de la lírica universal es una proeza. Para celebrarlo Jesús "Visor" publica una nueva y cuidada colección (Palabra de Honor), dirigida por él mismo y por Luis García Montero, cuyos dos primeros títulos son Mundar, de Juan Gelman, y Vista cansada, del propio García Montero. A él le robo para ustedes estos hermosos versos a ras de suelo que también me aplico: "Dentro de nada, / cuando me den permiso / las fieras de mi tiempo, /cumpliré una palabra que nunca me pediste".
A veces pienso que RJ y ZP, igual que los satirizados 'whigs' y 'tories' swiftianos, se lo pasan bomba disputando acerca de la cáscara de sus huevos
Ovomanía
Como buen mitómano, busco en El gran libro de la mitología griega, de Robin Hard (La Esfera de los Libros), alguna figura o motivo aplicable a los líderes de los dos partidos mayoritarios, pero todo les queda grande. Ni siquiera entre la atrabiliaria prole de Eris, nietos de la Noche, logro hallar algún antecedente utilizable, aunque una de las dos fuerzas alcanzará su particular Némesis el día 9. No, los paralelismos hay que encontrarlos en otra parte. Me topo con ellos releyendo en velada tardoinvernal (y Johnnie Walker a mano) Los viajes de Gulliver. Como recordarán algunos de mis improbables lectores, el país de Liliput, a pesar de su aparente prosperidad, se encuentra acosado por insidiosos problemas internos y externos. El reino enemigo de Blefescu se dedica a atizar la enconada rivalidad entre las facciones de los Big-Endians y los Little-Endians, así llamados según sean respectivamente partidarios de cascar los huevos por el extremo ancho o por el estrecho. No es asunto baladí y "se calcula que unas once mil personas han preferido morir antes de someterse a romper los huevos por el extremo más delgado". La razón de tamaña sinrazón es que el libro sagrado Brundecral ("que es su Corán") conmina a que "todos los fieles creyentes rompan los huevos por el extremo conveniente", lo que se presta a interpretaciones diferentes. A veces pienso que RJ y ZP, igual que los satirizados whigs y tories swiftianos, se lo pasan bomba disputando acerca de la cáscara de sus huevos. Claro que en algunas cosas sus propuestas e intenciones se parecen como un huevo a una castaña: y me reservo quién es qué (huevo o castaña), no sea que por tanto hablar acabe como uno que se pusiera a vender caricaturas de Mahoma a las puertas de una mezquita salafista y se pillara (metafóricamente) los huevos con la tapa de un baúl, según el dicho recogido por el ahora purgatoriado Cela en su Diccionario secreto.
Quevediana
Hay cierta melancolía implícita en la misma concepción de Matador, la revista anual y alfabética de La Fábrica (www.lafabrica.com), posiblemente la única que conozco con fecha de caducidad anunciada. Nació en 1995 con la letra A y terminará (si nada lo impide) en 2022 con la Z. La RAE proclama que nuestro abecedario tiene 29 letras, de manera que no me salen las cuentas. Pero eso es lo de menos. Lo de más es que Matador sigue siendo una gran revista de la A a la Z. Incluyendo los anuncios de firmas exclusivas, como ese tan cínico de Vuitton en el que Gorbachov pasa en coche junto al muro de Berlín con la satisfacción del deber cumplido, mientras a su lado reposa la bolsa de viaje con el logo del líder mundial de la industria del lujo (facturación en 2006: 15.306 millones de euros). El último número -letra K- está dedicado a la belleza, aunque, tras estudiarlo, también podría estarlo a la caducidad. Las cosas son bellas, pero no duran: tal vez porque lo son. Como la propia revista, que desaparecerá cuando ya no estén en este mundo muchos de sus lectores, cruzo los dedos. Bill Viola, quizás el último artista del siglo XX con capacidad de agitarme el alma, se refiere a la belleza y a la muerte en su impresionante vídeo congelado Océano sin orillas, basado en un relato de Birago Diop (1906-1989), un narrador senegalés que aprendió su arte escuchando a los griots (bardos itinerantes), y cuya obra descubrí al mismo tiempo que la poesía de Senghor y Cesaire, conspicuos abanderados de la Negritud. Ginsberg aúlla desde Matador con sus Poemas de amor y rebelión: "yo siempre quise / regresar / al cuerpo / donde nací". Escucho, mientras hojeo la revista, el cedé que se incluye con música portuguesa de Rodrigo Leão, que a veces también habla en cierto modo de la muerte (como decía Cortázar de la de Lester Young). Veo y oigo la belleza y su caducidad inevitable: los muros berlineses desconchados de Frank Thiel, o el bosque que fotografía Bae Bien-U y que me trae a la memoria el de Birnam, moviéndose por fin hasta el castillo de Dunsinane para provocar la derrota de Macbeth. Todo en estas páginas, junto y profusamente heterogéneo, hermoso y -quizás- inútil. Y me pregunto, tergiversando la interpelación de Pablo (Corintios I, 15, 55), ¿dónde está, oh belleza, tu victoria?
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