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Crónica:LECTURAS COMPARTIDAS
Crónica
Texto informativo con interpretación

Los buenos escritores pueden ser miserables

Rosa Montero

Este libro fascinante es como una autopsia. Como rajar un cadáver inflado y atisbar sus nauseabundos interiores. En su reciente obra París: suite 1940, José Carlos Llop disecciona la avaricia humana llevada hasta sus más feroces consecuencias. La ruindad que medra en los momentos difíciles. Habla Llop del París de la ocupación alemana y del novelista, poeta y periodista César González Ruano, pero en realidad está hablando de esa mugre que crece como un hongo venenoso al calor de las guerras; y de aquellos personajes turbios y torcidos que parecen condensar las sombras en los tiempos oscuros. He aquí una vieja contradicción, una inquietud irresoluble: que un gran escritor, como lo fue Ruano, pueda ser también una persona detestable.

La opulenta casa en la que vivía Ruano en París con un alquiler "muy barato" pertenecía a un judío. Estremece imaginar las posibles razones de esa ganga inmobiliaria
Era un vividor, un fantasmón, un petimetre más bien cutre y estropeado, con su bigotito estrafalario y su aire daliniano cadavérico. Como dice Llop, un calamar esparciendo tinta

Las sombras que rodean a CGR son de doble signo; por un lado apuntan a la dificultad de conocer los datos exactos, la realidad de su vida; por otro, a las posibles fechorías que se intuyen. Con tenacidad de detective, José Carlos Llop investiga, en apasionantes capas concéntricas, la época más enigmática de la vida de Ruano: ¿por qué abandonó en marzo de 1940 su trabajo como corresponsal en Berlín del Abc? ¿Por qué se fue a París? ¿Cómo pudo vivir durante dos años a todo lujo en la capital francesa sin trabajar oficialmente en nada? Y, lo más intrigante, ¿por qué fue detenido por la Gestapo en junio de 1942 y pasó casi tres meses en la cárcel de Cherche-Midi?

Llop contesta en buena parte a todo esto, pero no se confundan: su texto no tiene nada que ver con un trabajo periodístico, sino que es una sugerente y muy literaria recreación del ambiente y la época, de lo picaresco y lo canalla. Para lo cual utiliza numerosas fuentes, documentos y libros, entre ellos las novelas del propio Ruano (sobre todo, Manuel de Montparnasse, que al parecer estaba inspirada en el pintor Viola) y sus Memorias, subtituladas, muy elocuentemente, Mi medio siglo se confiesa a medias. Sí, sin duda muy a medias. Como dice Llop, es un calamar esparciendo tinta.

Lo que se sabe, en fin, es alarmante. Se sabe que, cuando Ruano fue detenido por los alemanes en París, llevaba encima 12.000 dólares, un brillante sin montar de nueve quilates y un pasaporte de un país latinoamericano perfectamente en orden pero en blanco, a falta del nombre del titular. Todo de una irregularidad abracadabrante. También se sabe que, en aquellos años de lágrimas y plomo, muchas personas se enriquecieron gracias a la tragedia judía. Por cierto que la opulenta casa en la que vivía CGR en París con un alquiler "muy barato" pertenecía a un judío: ¿quizá había sido requisada por los alemanes? Estremece imaginar las posibles razones de esa ganga inmobiliaria.

Pero aún estremece más el boyante negocio que algunos desalmados habían montado con las víctimas necesitadas de huir. No sólo se traficaba con pasaportes falsos por sumas astronómicas, dinero, joyas, obras de arte, todo cuanto aquellos pobres desgraciados tenían, sino que además, y a menudo, les vendían unos contactos para pasar a pie la frontera que en realidad no existían, esto es, les estafaban; o, aún peor, esos contactos sí que eran reales, pero se trataba de unos bandoleros que, en cuanto alcanzaban la montaña, asesinaban a los fugitivos para robarles. Los conflictos bélicos, dice Llop, fomentan este tipo de iniquidades, y como muestra cuenta un caso aterrador de la Guerra Civil española, recogido tanto en el Diario del comisario Koltsov como en la Causa General franquista: el establecimiento de una falsa embajada de Siam en el Madrid republicano, concretamente en la calle de Juan Bravo, 12, en donde un "conocido estafador", Antonio Verardini Díez, comandante del Ejército Popular, se hacía pasar por embajador para atraer a personas de buena posición económica a las que supuestamente iba a dar asilo, pero a quienes, en realidad, asesinaba y robaba. El horror, como diría Kurtz, el inolvidable personaje de El corazón de las tinieblas. Por cierto que hay otros dos libros más o menos recientes que permiten atisbar la negrura de aquellos años en España y en Francia: Los rojos de ultramar, del mexicano Jordi Soler, una estupenda novela que, entre otras cosas, cuenta el indignante martirio sufrido por los exiliados republicanos en el campo de concentración francés de Argéles-sur-Mer, y Enterrar a los muertos, el espléndido ensayo de Ignacio Martínez de Pisón sobre el traductor español de Dos Passos, José Robles, que fue asesinado durante la Guerra Civil por los rusos que colaboraban con la República. Estremecedores testimonios de una brutalidad que no sabía ni de ideologías ni de fronteras.

No se conoce exactamente qué papel jugaba CGR en el baile de vilezas del París ocupado, pero sus 12.000 dólares en el bolsillo, su brillante de nueve quilates y su pasaporte latinoamericano en blanco dan pie para imaginar unas cuantas ruindades. Además, según se desprende de los materiales recogidos en París: suite 1940, es posible que el escritor participara en la venta de obras de arte falsas; e incluso que fuera un espía franquista. En cualquier caso era un vividor, un fantasmón, un petimetre más bien cutre y estropeado, con su bigotito estrafalario y su aire daliniano cadavérico. Ruano, hablando de un amigo de la época parisiense, escribió con su prosa alucinada de adjetivos: "Vivió una especie de dandismo alegre y negro, un delirio sin interrupción, una miseria con incrustaciones de lujo". Frases que parecen describirle a él mismo. Sí, el notable libro de Llop deja una sensación muy nítida de aquel ambiente, de aquellos años, de aquellos individuos y de CGR: un olor a rancio y a cerrado, un polvillo sucio sobre el corazón. Pura miseria bajo un puñado de palabras de plata.

París: suite 1940. José Carlos Llop. RBA. Barcelona, 2007. 160 páginas. 16 euros. Los rojos de ultramar. Jordi Soler. Alfaguara. Madrid, 2004. 504 páginas. 17 euros. Enterrar a los muertos. Ignacio Martínez de Pisón. Seix Barral. Barcelona, 2005. 272 páginas. 18 euros. Edición Bolsillo Booket. Barcelona, 2006. 272 páginas. 7,95 euros.

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