Los gorilas también saben hacerlo
Por una pirueta del destino, la sensacional noticia de que los gorilas salvajes practican el sexo de cara, es decir, el, ejem, coito frontal, se produjo la misma semana en que me tocó comer junto a Jordi Portabella. El fotogénico político de ERC y un servidor casi llegamos una vez a las manos por culpa precisamente de un gorila -Copito de Nieve, claro-, pero déjenme aclarar que no hubo nada de sexual en ello. En fin, pues resulta que una pareja de gorilas de costa han sido retratados mientras realizaban tan ricamente el acto de frente, e incluso en la postura del misionero. Ha sido en Mbeli Bai, en el parque nacional Nouabalé-Nkodi de Congo, que a priori parecería un sitio discreto para retozar con tu pareja sin mirones, y es lo más interesante en primatología desde que se descubrió que los macacos satisfacen -es la palabra- los criterios de Master y Johnson para el orgasmo humano.
Los autores del descubrimiento recuerdan con pudor que la mayoría de los primates copulan "en la misma dirección", un eufemismo para destacar que los simios (y no tan simios) fornican more canum, es decir, en la vulgarmente denominada posición del perrito, dicha también de "mirando a Cuenca". De lo extraordinario del tema da razón la antropóloga Diane Doran-Sheehy, que ha observado más de 500 cópulas de gorila (hay trabajos realmente curiosos) ¡y ninguna de ellas frontal! "No sabía nada, es muy novedoso, muy interesante", señaló acerca del tema Jordi Sabater Pi cuando recabé su opinión. Nuestro experto me confirmó que Copito nunca lo hizo de cara y mira que ocasiones no le faltaron al blanco truhán.
Los gorilas protagonistas de la noticia son el macho espalda gris George y la hembra Leah, que porta el nombre, aunque no las trenzas de ensaimada, de la princesa de La Guerra de las Galaxias. Los científicos opinan que Leah llevaba la voz cantante en el asunto.
Los gorilas se suman así en el abanico de posiciones a los chimpancés y sobre todo a los reyes del sexo primate, no nosotros, qué va, sino los bonobos (chimpancés pigmeos, pero no se confíen: tienen el pene más largo que los otros chimpancés y que los humanos que normalmente vemos, al menos yo, en los vestuarios). Los bonobos, es sabido, son unos vivalavirgen que tienen sexo a todas horas, en todas las combinaciones, en todas las posiciones. Frans de Waal, el autor de la imprescindible El mono que llevamos dentro (Tusquets, 2005), me dijo que una vez había visto a una pareja copulando colgados de una rama por los pies, cabeza abajo (eso sí es imaginación: desde aquí, ¡hurra por los bonobos!). El repertorio del bonobo incluye prácticas tan simpáticas como el beso con lengua, la felación, el masaje genital y la esgrima de penes, que es cosa de verse.
Hasta ahora, los gorilas eran los tímidos de la familia -bienvenidos, primos-. Según las estadísticas, una hembra gorila copula 10 veces por cada embarazo, mientras que la chimpancé lo hace 500 veces, y la bonobo -la muy...- ¡más de tres mil veces! Los bonobos lo hacen frecuentemente en la posición frontal, lo que Waal atribuye a que las hembras tienen el clítoris más prominente que el de sus parientes chimpancés -y humanas-. En cambio, hasta la aparición de Leah, el sexo era un asunto bastante desganado en la sociedad gorila. "Son muy tímidos y fríos en su vida sexual", señala Sabater Pi. "Lo hacen una vez al mes, y todavía". Diríase que la hembra gorila estaba hasta ahora mal baisée.
Volviendo a Portabella, nos sentaron juntos en la comida de los Premios Ciutat de Barcelona y nada más vernos recordamos nuestra discusión aquellos días en que el albino Copito se moría y había que decidir qué hacer con su ajado pellejo. Yo me atreví entonces a cuestionar al concejal, que proyectaba incinerar wagnerianamente a Copito y esparcir sus cenizas en su bosque guineano de origen desde un helicóptero. Él se fue calentando y acabó espetándome airado que si me gustaría que disecaran a mi padre. Yo, a mi vez, mascullé algo sobre la vanidad del babuino. Acabamos mal. De manera que cuando en la comida Portabella empezó por soltarme: "Yo tenía razón", pensé que nos las volveríamos a tener. No fue así. Portabella es muy agradable cuando no le llevas la contraria y pones cara de interés. Incluso asentí cuando recalcó que los gorilas sienten como nosotros -tuvo el detalle de no citar a mi padre-. Aguantando la risa, me concentré en mirar por los amplios ventanales del palacete Albéniz, imaginando entre los jardines la hermosa coyunda de Leah y el sexo renovado de los gorilas.
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