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Reportaje:

Reclusos sin nombre

La identidad de los prisioneros se mantiene en secreto

Ángeles Espinosa

"La mayor violación de derechos humanos en Bagram no es ni la falta de asistencia letrada ni las torturas, sino la desaparición de los detenidos", opina una diplomática europea encargada de derechos humanos. "Para sus familias es como si se los hubiera tragado la tierra; no saben dónde están y dudo de que en las zonas rurales haya muchos afganos que sepan de la existencia de ese lugar", añade.

"Nunca hemos negado el acceso al Comité Internacional de la Cruz Roja [CICR] y ellos se encargan de comunicar la detención a las familias", discrepa el teniente coronel Accetta. Pero eso no cuenta para ese periodo de duración indeterminada en el que los detenidos esperan ser registrados y cuando presumiblemente son sometidos a interrogatorios extenuantes en condiciones muy próximas a la tortura.

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Las quejas del CICR a ese respecto parecen haber dado un pequeño resultado positivo. Hace apenas un mes, se ha inaugurado un programa para que los presos de Bagram puedan hablar con sus familias por videoconferencia. "Es la primera vez que se utiliza este sistema", señaló el jefe de la delegación del CICR en Afganistán, Reto Stocker, al inaugurarlo.

El Comité ayuda a los familiares de los presos a trasladarse a su sede de Kabul, desde donde se establece el enlace con el centro de detención de la base aérea, cuya tecnología ha facilitado Estados Unidos. Son apenas 20 minutos por familia, pero el ver, además de oír, a sus seres queridos, tiene un gran efecto tranquilizador sobre los afectados, tal como reconoce Stocker.

Sin embargo, apenas unos cuantos prisioneros tienen derecho a ese contacto que se organiza una vez a la semana y del que ya se han beneficiado un centenar de familias. "Sólo detenidos seleccionados", precisa Accetta. ¿Cómo los seleccionan? "Depende de su comportamiento. Tienen que ganarse el privilegio", añade sin facilitar muchos más detalles.

Resulta difícil determinar cuál es el perfil del "combatiente enemigo", como Estados Unidos califica a estos detenidos, un peculiar estatuto legal que Afganistán se niega a adoptar. Tras su apertura en 2002, Bagram recibió prisioneros de lugares tan dispares como el sureste asiático y África central, también numerosos capturados en Pakistán. Algunos procedían de cárceles secretas de la CIA en otros lugares del mundo. Muchos fueron trasladados a Guantánamo, otros a diversos países de Oriente Próximo y el norte de África en las llamadas rendiciones.

Etiqueta 'talibán'

En la actualidad, apenas son extranjeros una treintena de los entre 600 y 800 reclusos que, según los militares, acoge Bagram. Y de los afganos, la mayoría serían milicianos talibanes capturados en operaciones específicas o en combate. Pero sin acceso a un abogado, ni derecho a conocer de qué se les acusa, resulta difícil determinar su vinculación con esa etiqueta talibán que en Afganistán ha venido a convertirse en cajón de sastre para cualquier levantado en armas contra el Gobierno central.

Varias organizaciones de derechos humanos y grupos de abogados que han trabajado en favor de la liberación de los detenidos en Guantánamo estudian ahora exigir al Gobierno de Estados Unidos que revele los nombres de los detenidos en Bagram bajo la Ley de Libertad de Información.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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