El Atlético se pierde

Iván Campo y un puñado de entusiastas compañeros desactivaron al Atlético, a "un gigante de Europa", como le consideran aquí. Con un fútbol fácil, alegre, inglés de toda la vida, el Bolton se adueñó del partido y le hizo la primera muesca a una eliminatoria que está más en el aire de lo esperado. El Atlético mostró ese aspecto fantasmal que a veces le acompaña y se dejó castigar, a lo que sin duda le ayudó Agüero, a quien en una memez de jugada le dio por escupir a quien no debía, lo que adelantó su visita a la ducha.

Dio una vuelta de tuerca Aguirre al equipo, otra más, obligado por las bajas del sancionado Raúl García y el eternamente lesionado Motta, y lo que le salió fue un mejunje raro. Como el técnico se resiste a dar vuelo a la cantera, prefirió variar el guión habitual de arriba abajo. A falta de un medio centro que pudiera remar junto a Cléber, dibujó una línea de cuatro por delante del brasileño, con Maxi y Mista cerca de él y Reyes y Simão en las bandas.

La apuesta fue un horror. Porque Forlán empieza a no dar abasto en este equipo. El uruguayo vivió a ratos el mismo tormento que durante años aplastó a Torres, presente ayer en las gradas del estadio. No recibía más que pelotazos, a una banda y otra, sin sentido. Nadie en el Atlético dirigía al equipo. Estaba Cléber... Lo dicho, que nadie dirigía al equipo.

Y como el Bolton otra cosa no pero disciplina táctica tiene para aburrir, pues el partido fue casi siempre de una sola dirección. Porque el Atlético estaba empeñado en despojarse del balón, no en tocarlo. Y parecía escrito que en cuanto lo hiciera menguaría el ímpetu del rival.

Aguirre andaba furioso con el delegado de la UEFA, por su uniforme, quizá, cuando en el césped estaban ocurriendo cosas que sí merecían su enojo. Y que bien podían haberle llevado a ponerse furioso con Reyes, cuya presencia fue ninguna; o con Pernía, que perdió la posición con empeño; o, en fin, con Maxi, que volvió a tener otra actuación irrelevante.

Al Atlético se le hacía de noche por momentos. Le salvaba Abbiati, que hasta en cinco ocasiones tuvo que estirarse para rechazar los disparos de Taylor.

Sólo el portero italiano sostenía al Atlético, cuyo contacto con la pelota era mínimo. Dado que Cléber estaba allí pero podía haber estado en otro sitio, Forlán, que intercambió su puesto con Mista, asumió a ratos la dirección del equipo. Y logró adueñarse de la pelota. Un disparo del propio Forlán, que tocó el palo, hizo que el Atlético empezara a creérselo. Con el balón en los pies era más equipo, mucho más que el Bolton.

Y apareció Agüero en escena. Era el momento. La presión y el cansancio comenzaban a poder con el Bolton, que decidió cubrirse. No le hizo falta. Catorce minutos después de asomarse al césped, en una jugada insípida, por la banda derecha, el Kun optó por borrarse. Le hizo falta a Samuel, lo que no tenía mayor importancia, y acto seguido soltó un escupitajo. No le gustó aquello al auxiliar, que avisó de inmediato a su jefe. Y Agüero vio la roja. Al instante, Hunt progresó por la banda derecha y logró sacar el centro. El balón pasó entre la multitud y sólo Pablo acertó a poner la pierna. Pero el rebote le cayó a Diouf, que alojado en el segundo palo marcó con habilidad.

Con diez y contra un rival hambriento. Así malvivió el Atlético lo que quedaba de partido. El Bolton siguió a lo suyo, con un juego directo. El Atlético evitó que el castigo no fuera a más. El público abandonó el estadio feliz y preguntándose dónde estaba el gigante europeo que anunciaban los carteles.