"Las tetas importan aunque les moleste a las feministas"
Ante una tarta de queso como la que sirven en el hotel Adlon de Berlín, cualquiera pierde el sentido. Pero Isabel Coixet, fanática de la repostería cremosa y antilight, más que nadie. Apura la cuchara como una niña frente a una piruleta mágica, con el placer de haber salido dignamente de su participación en la Berlinale. Allí, el pasado domingo, presentó en la sección oficial Elegy, su historia de amor basada en la novela de Philip Roth El animal moribundo, que protagonizan Penélope Cruz y Ben Kingsley.
Puede que arrebatada por el efecto lácteo de su pastel, Coixet se desate un poco. Lleva un día agotador de entrevistas en grupo en las que se ha mostrado, dice, "modosa". También, la prueba de presentar la película ante el público ha sido dura. "Por como respiran, por cómo se mueven, la montas de nuevo en tu cabeza, ves cada cosa que cambiarías y luego está todo eso del glamour y las alfombras rojas, que es lo más opuesto al cine que hay". ¿Cómo dice? "Sí, es lo peor de todo. Rodar una película resulta un trabajo físico: sudas, te ensucias, y esto es un escaparate como el de las putas en Ámsterdam".
La directora de 'Elegy' odia la alfombra roja y el 'glamour'. "Es lo opuesto al cine"
Sin duda, el efecto de la tarta de queso en una persona cuyos personajes están muy atados a la comida, es devastador. Le saca de dentro una calórica rebeldía: "Creo que no lo he dicho a nadie. Pero me da igual, aunque sé que a las feministas les molesta. No nos engañemos: la feminidad son las tetas. Las tetas importan".
Así, de sopetón, en la templada tarde berlinesa a la hora de la merienda, la frase impacta. Y en la penumbra del cine, cuando Ben Kingsley fotografía el pecho proverbial de Penélope Cruz para hacerle un homenaje en una película en la que planea el cáncer de mama, también. "Hay muy pocas mujeres que resistan el trauma de quedarse sin pecho, pero son aún menos los hombres que lo aguantan", comenta Coixet. Lo dice muy segura. "Esta película no la hubiese hecho hace 10 años. Pero ahora conozco a los hombres. Conozco muy bien a los hombres y es así, no hay que darle vueltas", recalca con una firmeza que intimida.
Por eso dice que se ha lanzado a hacer esta película oscura, casi invernal, donde las pasiones humanas van agolpándose con el ansia de quien ve que se escapa la vida. Donde el fuego y el hielo, los celos, el miedo a perder, viajan tanto en la carne como en el alma. Se lo dijo Roth justo antes de empezar a rodar: "Me llamó, no había querido leer el guión aunque habíamos hablado horas sobre la historia. Sólo insistió en esto: 'Recuerda, Isabel, el cuerpo tiene más memoria que el cerebro'. Y es verdad", asegura Coixet. El proyecto le llovió como el maná a esta directora barcelonesa y cosmopolita, la que más rueda fuera como hizo en Cosas que nunca te dije, Mi vida sin mí o La vida secreta de las palabras.
Ahora prepara un proyecto en Japón: "Se titula Mapa de los sonidos de Tokio y es sobre una chica que trabaja en el mercado de pescado de allí". De nuevo, la metafísica de la comida.
Las cosas de su país también la remueven. De hecho, ha firmado los anuncios de la campaña del PSOE. "Nunca he querido hacer publicidad política, pero, ahora, he dicho, ¿por qué no? Voy a votar a Zapatero, ¿por qué no poner mi grano de arena?", comenta. La tarta de queso la ha poseído ya del todo.
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