Una red de 'narcos' usaba una playa privada para desembarcar hachís
La banda introducía grandes cantidades de droga en la costa de Tarragona
Un trozo de playa aislado, de aguas tranquilas y con embarcadero propio. El sueño de todo narcotraficante lo ha hecho realidad una banda dedicada al transporte de hachís a gran escala entre el norte de Marruecos y la costa de Tarragona. El presunto líder del grupo, formado por cinco españoles y un marroquí -encargado de conducir las lanchas semirrígidas a toda velocidad- compró, hace un año, una finca con condiciones idóneas para descargar la mercancía con seguridad. La Bassa de l'Arena (así se conoce la finca) es una pequeña construcción de madera que da directamente a la playa y dispone, en su interior, de una ría con acceso al mar.
La finca disponía de una ría con acceso al mar y un embarcadero
El Cuerpo Nacional de Policía ha desarticulado la banda, que fue cazada mientras desembarcaba 3.000 kilos de hachís en ese rincón perdido del municipio de Deltebre, en el Delta del Ebro. La peculiar orografía, unida a la vigilancia intensiva de las costas del sur de España, ha convertido esta zona en un foco preferente del tráfico de drogas procedente de Marruecos. Sólo el año pasado, las fuerzas de seguridad se incautaron de 40 toneladas de hachís en la provincia de Tarragona.
La Operación Gringo llega tras siete meses de una investigación que se complicó por la gran movilidad de la banda. Las tareas de cada uno estaban bien definidas: cuatro de ellos se dedicaban a organizar los transportes, mientras que los demás, -un padre y un hijo- aportaban al lucrativo negocio la caseta con su playa privada. El sistema era el clásico en este tipo de desembarcos: utilizaban lanchas semirrígidas de 15 metros de eslora, con motores muy potentes y capaces de transportar tres toneladas de hachís por viaje.
La banda actuaba en un paraje aislado de cualquier núcleo de población -la urbanización más cercana está a dos kilómetros y es un lugar de vacaciones veraniegas- y tenía en su poder voluminosas armas para defenderse en caso de necesidad. La policía se ha incautado de un fusil de asalto Cetme, una escopeta sin culata, un revólver y una pistola con el número de serie taladrado. Las armas permanecían escondidas en el camión encargado del transporte, en el vehículo lanzadera, y también en la finca donde se produjo el desembarco.
A diferencia de otros grupos de narcotraficantes, no llevaban un tren de vida demasiado elevado. También en este punto, preferían mantener la discreción. Los agentes han intervenido un reloj de marca Rolex, un anillo, dos turismos (uno de ellos de gama alta) y una cantidad de dinero limitada: 7.800 euros.
Carlos F. R., de 33 años, era el máximo responsable de la banda. No tiene antecedentes policiales por tráfico de drogas. Tampoco Pedro G. G., de 64 años, ni a su hijo Pedro G. R., de 37. El padre había llegado a Deltebre desde Andalucía hacía 35 años. Vivía cerca de la Bassa de l'arena. Diversas fuentes aseguraron ayer que desde siempre estuvo relacionado con el menudeo de hachís en la zona.
La costa de Tarragona se ha convertido en una de las principales puertas de entrada de droga del norte de África al sur de Europa. El objetivo de la operación -desarrollada por efectivos UDYCO de la Costa del Sol y de Cataluña- era golpear el corazón de los narcos. De modo que, en lugar de perseguir a los ciudadanos marroquíes que habitualmente se encargan del transporte de la mercancía y nada más, la investigación se centró en atrapar a los cabecillas de una organización potente y bien pertrechada.
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