Rubén: presos o salvajes

Es necesario ganar espacios para la gastronomía de calidad, y más aún en territorios como el de Castellón y su provincia que parece han perdido el paso con respecto a su entorno. Los vecinos logran estrellas y galardones -no diremos que sin cuento, pero sí significativos- y las tierras del norte de la Comunidad se defienden de los intrusos y se resisten a ser conquistadas por los nuevos ingenios. No obstante, surgen aquí y allá islotes, que intentan emerger de la mediocridad y para demostrarlo se presentan con dignas decoraciones y comedido servicio.

Es el caso del Restaurante Rubén, en las estribaciones del puerto de Burriana, que goza de un atractivo local que refuerza su imagen con una encomiable diligencia en el trato por parte del personal.

Mas lo sustancial es la comida, y a la misma debemos referirnos:

El pulpo a la plancha que recomiendan, cortado en las gruesas tranchas que permiten las patas del hermoso animal que nos destinan, nos sorprende y agrada, ya que la caramelización producida por el calor y el metal le confiere un poderoso sabor, a la vez que quedamos ilusionados con esa racial muestra de cocina popular que lo acompaña, cuales son las patatas bravas, en una versión educada en el tamaño pero no menos fiera que la original.

La brillante idea de combinar los boquerones en vinagre con un elemento que los suavice, como es la berenjena asada, queda parcialmente frustrada por la dureza del ácido que marina el pescado, que solo podría equilibrarse con grandes cantidades de la verdura, que en nuestro caso no fueron suficientes.

Y sería cuestión a considerar, cuando evaluamos los grandes y principales platos -bogavante o rodaballo- hasta qué punto es asumible utilizar productos nada salvajes, así el precio de la oferta sea menos gravoso que con sus hermanos libres. Las buenas artes de la cocina se limitan, e incluso se pervierten, con tan flojos protagonistas.