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Cuatro yates arden en el Port Vell

El fuego provoca una gran humareda y el hundimiento de los barcos - El Puerto activa el plan para limpiar los restos de gasóleo vertidos al mar

Àngels Piñol

La espesa y densa humareda fue visible durante horas desde diversos puntos de Barcelona. Y el olor a gasóleo quemado todavía era perceptible a primera hora de la tarde en el Port Vell. Cuatro yates de gran eslora, de unos 20 metros (XTC London, Bertona, Ladies Firts y Glamour) ardieron ayer y un quinto resultó dañado al caerle encima el mástil de uno de los navíos incendiados. El fuego se declaró sobre las 7.45 horas en el XTC London y quedó extinguido dos horas después. Los bomberos evacuaron a seis tripulantes de dos de los barcos afectados (los otros estaban vacíos). El accidente se saldó sin víctimas.

La causa fue una avería eléctrica o un accidente doméstico
Los operarios retiraron por la tarde la mayoría de los residuos

Otra cosa fue el aspecto que ofrecía la superficie del mar, llena de restos de gasóleo y de fibra de vidrio (material del que están fabricados los yates, que prende con gran facilidad) chamuscada. El Puerto activó el plan de contingencia para luchar contra la contaminación de las aguas. Operarios de la empresa Ecolmare rodearon el área afectada con un cordón de flotadores de goma para evitar que se expandieran los restos del incendio y los retiraron con un producto absorbente. Por la noche, apenas había rastro de la mancha de aceite. Fuentes de la Autoridad Portuaria aseguraron que no se había producido un desastre ecológico por varias razones: porque los yates tienen depósitos de combustible limitados, a diferencia de los mercantes, porque la zona afectada es reducida y porque buena parte del gasóleo ardió y acabó en la atmósfera en forma de densa humareda. Uno de los yates era nuevo y su depósito se llenó el viernes con 6.000 litros de combustible porque partía hoy de viaje.

Todo empezó sobre las 7.45 horas, cuando el XTC London, ocupado tres jóvenes, una pareja británica y un alemán, y atracado delante del Maremàgnum, quedó envuelto por las llamas. Los bomberos creen que el incendio se originó por una avería del sistema eléctrico sin descartar un accidente con un aparato de cocina. "Lo vi desde mi casa", dijo Jordi Páez, un vecino de la Barceloneta que tiene un pequeño velero en el puerto. "Lo que me dio miedo fue que las llamas se acercaran a la gasolinera que hay en el muelle: ésta sí explota, pero el gasóleo no". El Puerto activó entonces el Plan de Emergencia Interior (PEI) en grado 2. El incendio concentró a 13 equipos de bomberos, formados por 40 personas. Varios de los ocupantes de las embarcaciones presenciaron la extinción envueltos en mantas térmicas. Una mujer latinoamericana lloraba mientras comentaba a un vecino que no sabía si el yate estaba asegurado.

La humareda que provoca el gasóleo no es tóxica, pero va acompañada de un fuerte olor que causa cierto mareo. Toda la semana sopló el garbí y ayer hubo suerte porque, como explicó Joan Pedreny, jefe de los bomberos, el viento se dirigió hacia el mar. Eso evitó complicaciones y que las llamas se propagaran hacia la otra punta del muelle. Menos fortuna hubo con los barcos afectados: la fibra de vidrio repele el agua y hubo que inundarlos para apagar las llamas. Eran visibles los restos del naufragio: varios fragmentos de proas y popas y un trozo de mástil emergían del mar, y de vez en cuando asomaba a su lado un submarinista. Ayer se ignoraba cuándo se sacarán a la superficie. El método habitual es inyectar aire en unos enormes globos introducidos en su interior para que se desaloje el agua y así salgan a flote. Una enorme grúa apareció anoche en el puerto, donde hoy se mantendrá el plan de emergencia en grado 1.

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Numerosos curiosos se acercaron, cámara en mano, para ver los restos hundidos. "¡Detrás de la valla! ¡No se puede pasar!", advertía uno de los vigilantes, mientras que, se quejaba una mujer, los clientes de un restaurante cercano podían aparcar su vehículo en el interior del muelle. "Sólo quiero hacer una foto", decía tranquilamente una mujer mientras su acompañante se dirigía hacia la comandancia. Nadie hubiera dicho que eran afectados, pero una tercera persona del grupo explicó que eran los dueños del Glamour, uno de los yates hundidos. "Ponga que es una vergüenza que pase esto en Barcelona", dijo.

Agentes de las aseguradoras permanecían en el muelle mientras los tripulantes de otros yates limpiaban de escombros la cubierta. Era el caso de Sid, de 46 años, de Kent (Reino Unido). Su amigo, dueño de un yate de bandera británica, le había dejado el barco para pasar el fin de semana y estaba anclado a pocos metros del siniestro. Le tiene un regalo preparado: una espectacular filmación del incendio.

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