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Columna
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Cuidado con el incienso

No me ha causado sorpresa la postura de los obispos del Sur de cara a las elecciones. Lo que me causa sorpresa es que le cause sorpresa a alguien, de manera especial a los dirigentes del PSOE. Tantos años en la política y son unas almas cándidas si pensaban que la Iglesia es neutral o lo ha sido alguna vez. O lo iba a ser en el futuro después de la cantidad de dinero y atenciones otorgadas por los últimos gobiernos socialistas. Que los obispos den su opinión me parece perfecto. Les doy el mismo crédito que a algunos columnistas o locutores de la extrema derecha: no me interesan lo más mínimo. Hace muchos años que dejé de pertenecer a esa secta y lo que digan sus dirigentes me da igual. Incluso creo que para la inmensa mayoría de los españoles es indiferente, aunque se declaren católicos, ya que para ellos la religión son algunas ceremonias y, en el caso andaluz, dar rienda suelta a una fiesta gratuita como la Semana Santa. Eso sí, salvo para una enfervorizada minoría de Legionarios de Cristo, Neocatecumenales, Opus Dei y los dirigentes de cofradías y hermandades. Estos están contra el PSOE haga lo que haga y si los obispos les reclaman, los tienen a su disposición para lo que sea menester contra el Gobierno, de la misma manera que si los convocantes son cualquier organización del entorno de la derecha. El problema no es que los obispos den su opinión sino que nos la quieran imponer a todos. Llama la atención la falta de profundidad intelectual en la aseveración de que hay peligro de totalitarismo. Ya que los obispos son talluditos, ¿qué opinaban ellos cuando gobernaba Franco?, ¿alguno habló contra la dictadura? En cualquier caso las contradicciones de la Iglesia católica que las resuelvan sus creyentes y sus dirigentes. Suficiente preocupación deben tener cuando ven a otras iglesias cristianas, como los Evangelistas, movilizando a los suyos en cosas más concretas, como el secuestro de la niña Mari Luz.

Lo extraño de todo esto es que los gobiernos del PSOE han colmado de atenciones a la Iglesia y sólo han recibido a cambio odio y desprecio. A mí me da igual que canonicen a cuantos curas quieran: yo no les voy a rezar. Pero que se haga para enfrentarlo a la recuperación de la memoria de las víctimas de la guerra y la posguerra sí es preocupante. Peor aún es que se haga en presencia de altos dirigentes del Estado español. Me produce resquemor ver a la vicepresidenta cambiar su indumentaria y vestir con faldas, de negro y con sombrero para que la reciba el secretario de Estado del Vaticano. Rechazo que el Estado tenga que pagar el sostenimiento de la Iglesia católica en vez de pagarla sus fieles. Es censurable que la ex ministra de Cultura Carmen Calvo fuera al Rocío "en representación del Gobierno" (sic), de la misma manera que no entiendo cómo los alcaldes tienen que ir procesión tras el santo patrón. Ver a Sánchez Monteseirín de chaqué en un acto religioso debe dar que pensar cuando aquéllos a los que quiere complacer le desprecian y le atacan. Que la administración pague la educación religiosa se ha convertido en una fuente de financiación para todas las congregaciones mientras faltan medios en la enseñanza pública. Que en el Ejército haya capellanes, que los funerales de Estado sean un rito católico, que se juren los cargos públicos sobre una Biblia y ante un crucifijo, son asuntos que se deberían cambiar para separar de verdad el Estado y la religión. Que la presión de la derecha religiosa obligue a las mujeres a irse a abortar al extranjero es un asunto que no se puede pasar por alto.

Desde luego no se les puede pedir demasiado a los obispos ya que basan su actividad en algo tan ajeno a la razón como es la fe. Se dice que los españoles siempre vamos detrás de los curas, unas veces con un cirio y otras con una estaca. A mí me son indiferentes siempre y cuando no interfieran la vida pública. La religión es una idea en cuyo nombre se han cometido todo tipo de crímenes. He llegado a pensar en alguna ocasión que el humo de incienso provoca la turbidez mental.

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