El sueño postergado
Serbia mantiene el crecimiento pero con desigualdades sociales
Serbia deberá esperar hasta el próximo 3 de febrero para conocer a su nuevo presidente, después de que el nacionalista Tomislav Nikolic ganara la primera vuelta electoral a Boris Tadic. Los analistas explican el triunfo parcial de Nikolic como una protesta de la población por su elevada desigualdad social y las incumplidas promesas de progreso económico derivadas del acercamiento del país a la Unión Europea y un proceso de transformación en una economía de libre mercado que no ha llegado a todos sus ciudadanos.
Durante los últimos cinco años, Serbia ha mantenido elevadas tasas de crecimiento que han superado el 5%, ha mejorado considerablemente sus niveles de inversión extranjera, que ya representa el 10% del PIB anual de la república balcánica, y ha aumentado su comercio exterior, sobre todo con los países de la Unión Europea. No obstante, sus niveles de pobreza y de desempleo no logran repuntar desde el fin de las guerras de los Balcanes en 1999. Con ello, se han generado enormes brechas sociales entre sus casi diez millones de habitantes.
El desempleo en Serbia ronda el 21% de la población activa y casi un tercio de los parados son jóvenes con edades de entre 19 y 30 años
En el último lustro crece por encima del 5% anual. La inversión extranjera representa ya el 10% de su PIB y ha aumentado su comercio exterior
Un crecimiento mejor
En materia de macroeconomía los datos serbios son positivos. Después de crecer un 6% en 2006, su producto interior bruto se ha elevado un 7,6% hasta septiembre del año pasado, producto de un primer trimestre en que creció un 7,2%. Los sectores más destacados en este periodo han sido los transportes, que se elevaron un 24,2%, el comercio con un 20% y las manufacturas con un 5,4%. Se aprecia además una caída en el sector de la construcción del 2,2%, que demuestra que la crisis hipotecaria también se ha hecho sentir en los Balcanes.
El otro gran triunfo de la economía serbia y del Gobierno del primer ministro, Vojislav Kostunica -de la misma corriente política que el candidato Boris Tadic-, ha sido el control de la inflación. En 2000 los precios crecían a un nivel anual del 100% y se ha logrado reducir hasta el 9,3% en 2003 y hasta un 6,6% en 2006. El año pasado se han seguido notando mejoras y los precios han logrado reducirse hasta el 5,4%.
El problema es que este orden y estabilidad monetaria no han ido acompañados por avances concretos en temas de empleo y avances sociales.
Desempleo crónico
Las cifras oficiales señalan que el desempleo en Serbia ronda el 21%, y de ellos casi un tercio son jóvenes con edades comprendidas entre los 19 y los 30 años. No obstante, fuentes no oficiales elevan la cifra total del desempleo a un 30% de la población económicamente activa, cerca de un millón de personas sin trabajo.
El problema del paro se suma a los escasos ingresos de los serbios. Los datos indican que cada habitante del país gana una media de 450 dólares con un PIB de 7.700 dólares como paridad del poder adquisitivo. La pobreza llega al 10%.
Lo cierto es que Serbia sigue mostrando incapacidad para crear nuevos puestos de trabajo, ya que muchas empresas aún se mantienen a la espera de lo que pueda pasar con el futuro de Serbia en el contexto de la Unión Europea (UE).
El caso es que todos los organismos coinciden en señalar que el camino europeo aún se hace inalcanzable. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ya ha dicho que además de políticas fiscales más restrictivas, aumentar el ahorro estatal y privado, la principal tarea del país es apurar las privatizaciones y terminar con los monopolios públicos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.