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Acisclo Manzano entra en la Academia de Bellas Artes

El escultor invoca emocionado el recuerdo de su amigo Quessada

Acisclo Manzano sin Xaime Quessada es Acisclo partido. Ayer, de pie ante el atril del antiguo refectorio del siglo XVI del monasterio de Oseira, Acisclo Manzano pronunció su discurso de investidura como miembro de la Real Academia Gallega de Bellas Artes Nuestra Señora del Rosario quebrado por el dolor aún reciente de la pérdida del amigo. Lo mentó y se mordió las lágrimas y después lo buscó en las palabras que fue pronunciando, en el caos del cosmos sin él. "Me llamaba continuamente y me decía: ¡Qué, académico!...; estaba más contento él que yo con esto", recuerda en su día grande de reconocimientos, reconfortado por el afecto de otros muchos amigos.

De pie, ante el atril, Acisclo Manzano ingresó con un acto solemne en la sección de Escultura de la Real Academia Gallega mostrando su amor y su pasión por su trabajo, "la más querida de las bellas artes", dijo antes de dar la lista entera de los escultores orensanos. Desde las mámoas hasta Faílde (su profesor en la Escuela de Artes de la Diputación de Ourense) y después, levantando la mirada por encima de las gafas, recorrió a los presentes y pasó lista. Allí estaban todos: Arturo Baltar, Buciños, Virxilio, Alexandro, De Dios...

Partido sin el amigo que se fue el pasado mes, Acisclo invocó -"sé que está ahora mismo entre nosotros", aseguró roto ya por la emoción- y ocupó inmediatamente asiento en un lateral del refectorio calmando la ovación que se le venía encima con los besos que iba repartiendo desde las yemas de sus dedos de escultor rotundo y frágil.

Y Xaime Quessada no le falló. Se encargó de ello Felipe Senén López, director del Museo Arqueológico de A Coruña. Su muy extensa laudatio para el nuevo académico estuvo trufada de alusiones al amigo pintor, al ausente reclamado, a la otra mitad, desde "este espacio del monasterio de Oseira que administra el caos y el cosmos", desde ese lugar emblemático, "arte en sí mismo", muy querido para el artista que nació en el mismo municipio. Después, la presidenta de la Academia, María del Villar Mateo de Arenaza, volvió sobre Quessada advirtiendo del homenaje permanente de la institución hacia él "a quien siempre quisimos acoger".

El día grande de Acisclo lo fue para Quessada. Finalizado el acto oficial, el nuevo académico acariciaba la medalla colgada al cuello entre abrazo y parabienes y le restaba importancia. "Veo que tengo muchos amigos, muchos..., y otro que también estaba aquí y a quien yo tenía el encargo de convencer para que entrara en la Academia: él, que lo merecía más que yo, que lo que quería era ser poeta y me hice escultor por él".

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