Privilegios electorales, sí señor
Aunque Luis M. Sáenz decida llamar ignorante a quien no conoce (Carta al director, 16 de enero de 2008), es cierto que los votos nacionalistas están sobrevalorados debido al sistema electoral vigente. Y más todavía por las pésimas relaciones entre PSOE y PP, situación que convierte a los partidos nacionalistas en los árbitros de la política española. Y no es un dicho del PP, sino una evidencia.
Por ejemplo, ERC ha tenido en esta legislatura ocho escaños con algo más de 650.000 votos, mientras que IU sólo obtuvo dos escaños con más de 800.000 (ICV, su socio, obtuvo dos más con menos de 235.000 votos). Así pues, la ley electoral penaliza a los partidos con fuerte implantación nacional, pero con un voto poco concentrado, caso de IU y de cualquier nuevo partido en condiciones parecidas. Además, el sistema privilegia las provincias poco pobladas en detrimento de las concentraciones urbanas. En las menos pobladas bastan 15.000 votos para optar a un escaño, pero en las que más el costo sube a 90.000. Esta desproporción hace que al PP y PSOE también les cueste mucho más votos un escaño en una provincia muy poblada que en otra de población reducida. Lo mismo le ocurre, por cierto, a CiU con los escaños que obtiene en Barcelona y Lérida, por ejemplo; o al PNV en Vizcaya y Álava. Hechos que Luis M. Sáenz escamotea en su carta, citando las medias nacionales para disimular estas deformaciones innegables.
Un poco de seriedad y menos falacias, por favor. Pedir un sistema electoral más representativo y más opciones políticas es bueno para la democracia. Guste o no, el hecho es que la ley electoral vigente, pactada en la Transición, impone un sistema que reduce las opciones electorales privilegiando a los grandes partidos o a aquéllos con un voto muy concentrado, como son los nacionalistas.
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